-El dólar está bajando por el fuerte déficit de la cuenta corriente de Estados Unidos, pero el movimiento es básicamente frente al euro, no al resto de las monedas. Por eso es que los europeos están nerviosos, por la excesiva suba de su moneda, que debilita su competitividad.
-¿Un dólar barato afecta también la competitividad de un país como la Argentina?
-No necesariamente. La Argentina ha intervenido en forma agresiva como otros países para evitar una excesiva apreciación de su moneda, por las presiones que venía recibiendo hasta que comenzó esta crisis financiera.
-¿Coincide con la visión del FMI de que la fuerte devaluación del peso impide luchar contra la inflación en la Argentina?
-La Argentina enfrenta un desafío: por un lado, quiere mantener su moneda débil para ser competitiva y para seguir recaudando muchos recursos a través de las retenciones a las exportaciones, y por el otro, es verdad que, al igual que ocurre con India, Rusia y los países árabes del Golfo, enfrenta crecientes presiones inflacionarias. En todos los casos, ya hay una apreciación real de las monedas por el alto crecimiento económico y por el fuerte precio de los commodities , por lo cual el único interrogante es si se va a reflejar en una apreciación nominal de la moneda o a través de la inflación. Al margen, creo que en interés del país habría que dejar que el peso se fuera apreciando en vez de sufrir una hiperinflación, pero no es una situación extrema.
-¿Un triunfo de los demócratas puede reforzar el reclamo de los bonistas que están haciéndole juicios al país?
-No creo que haya una evidencia en ese sentido. La Argentina va a decidir si quiere y de qué manera va a resolver ese problema por sí misma; creo que en algún momento debería cerrar ese capítulo con una oferta peor que la que hizo en 2005, porque podría normalizar su deuda a un costo bastante bajo.
Roubini, uno de los analistas preferidos en Wall Street, cree que es la fórmula contra la inflación
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