martes, 23 de octubre de 2007

En la Argentina es barato ser rico.

Como conocedor del sistema tributario argentino, San Martín es un fuerte crítico de la estructura a través de la cual el Estado argentino obtiene sus ingresos. Tampoco tiene problemas en señalar que algunas veces son sus propios colegas los que ofrecen artilugios para evadir impuestos. "En la Argentina es muy barato ser rico –asegura–. En la estructura fiscal, el 80% de los ingresos son por el consumo y sólo 20% por impuestos a la renta. Esto hace que quienes destinan la mayor proporción de sus ingresos al consumo están más afectados que los que tienen ingresos que pueden dedicar a otras cosas. Por ejemplo, una persona contratada para limpiar un Banco destina, entre IVA e Ingresos Brutos, un 25% de su sueldo a pagar impuestos. Mientras que el accionista de un Banco paga lo mismo, pero no paga nada sobre la renta que tiene. Esto hace que el sistema tributario impida la movilidad social y concentre riqueza".
Fortuna: ¿Hay otros países en que se da una situación similar o la Argentina es el ejemplo paradogmático?
San Martín: Esto pasa en América latina, excepto México, pero no en los países del Grupo de los Ocho que tienen una estructura muy distinta. En la Argentina, el sistema tributario le cobra a los empresarios como si se tuviera un vendedor a sueldo fijo, cuando lo normal es tenerlos a comisión, porque está alineado el interés de quien tiene que cobrar sus ingresos con los de la compañía que necesita vender. Si tuviéramos un Estado que cobra en base a la renta de sus empresarios, se generarían políticas activas para que las compañías ganen dinero y el Estado se financie. De la manera en que lo hacemos ahora, recaudar en base a consumos, al Estado le resulta indiferente si los empresarios ganan o pierden. Lo ideal es que el 80% de los ingresos por impuestos sean por rentas y no por consumo, porque de esa manera se genera movilidad social. Es algo que hoy se ve: la proporción de impuestos a las Ganancias es mayor porque las empresas ganan, pero eso no cambia fuertemente el ingreso del Estado.
Fortuna: Pero las retenciones afectan ese esquema
San Martín: Las saco afuera del análisis porque constituyen un impuesto que podría considerarse como un anticipo de Ganancias y no está enmarcado por una estructura impositiva bien planeada.
Fortuna: ¿Pero las retenciones y los impuestos al trabajo no contradicen su afirmación de que acá es barato ser rico?
San Martín: Los impuestos al trabajo pueden ser distorsivos, aunque yo no los llamaría de esa manera, porque es razonable que haya una contribución fuerte al sistema de seguridad social. También hay que entender que se cobran en todo el mundo. Por otra parte, las retenciones son una intervención legítima del Estado para apropiarse de una porción de las ganancias que se logran con el tipo de cambio artificialmente generado. El Banco Central compra dólares para mantener el tipo de cambio con parte de las retenciones, es decir que este tipo de cambio se mantiene gracias al esfuerzo del sector público y el privado.
Fortuna: Un tipo de cambio que garantiza el crecimiento…
San Martín: Genera crecimiento pero no desarrollo.
Fortuna: ¿Qué sociedad nos deja este sistema tributario?
San Martín: Una sociedad que tiene un sistema tributario regresivo no tiene movilidad social, pero la apropiación del gasto se discute en el parlamento con el Presupuesto. Este sistema genera una fuerte concentración de la riqueza que termina perjudicando a los propios ganadores del sistema, porque el sector de más alto poder adquisitivo goza del auto de lujo pero no puede salir a la calle sin blindarlo y debe pagar seguridad, salud y educación privada, por no financiar al sistema público.
Fortuna: Algunos aseguran que no es bueno pagar impuestos porque terminan financiando casos Skanska.
San Martín: La corrupción es un problema que tienen tanto el sector público como el privado. Lo que no se puede discutir es que haya dinero para planes sociales, para la salud, la educación y la infraestructura que necesitamos. Esa misma gente piensa que en la medida que los impuestos sean altos hay menor atracción a las inversiones, pero cuando las empresas deciden invertir, como las automotrices, no miran eso: ven si hay mercado para vender lo que van a producir. Paradójicamente, las grandes empresas están en los lugares donde hay mayor carga impositiva y en los países donde hay menor presión tributaria están los peores del mercado. Es por ello que, por ejemplo, para Ford es más importante poner una planta en Berlín que en Haití. En uno le cobran impuestos que hacen valer el mercado que ese Estado tiene y, a su vez, con ese dinero retroalimenta al mercado con más educación y acceso a la salud. En otros países no pagan impuestos, pero tampoco tienen mercado.
Fortuna: Hay gente que piensa que muchas veces cuando se contrata a un contador es para evadir impuestos. ¿Eso es un mito o hay algo de verdad?
San Martín: En el mundo, no sólo en la Argentina, hay una deformación del ejercicio profesional. Somos contadores públicos porque gozamos de la fe pública, tenemos la obligación y el derecho de mostrar cuentas de manera similar a los escribanos, somos depositarios de funciones del Estado. La idea del "contador cocinero", el que arregla las cuentas para que dé una determinada cifra, existe. Pero el buen profesional tiene la obligación de que la carga impositiva de su cliente sea eficiente dentro de lo que marcan las leyes. Por supuesto, muchas de las noticias que aparecen en los diarios sobre evasión tienen que tener necesariamente la connivencia de un contador.
Fortuna: ¿Los contadores hacen algo para cambiar esa situación de sospecha?
San Martín: Hay un cambio. Tengo la sensación de que las autoridades fiscales, nacionales y provinciales van mucho más rápido que el Consejo Profesional.
Fortuna: ¿Por ejemplo?
San Martín: La Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) es sólida en sistemas informáticos para realizan cruces de información. Algunas de estas herramientas son una maravilla. Ahora, cuando se inicia una fiscalización, el inspector llega con datos que el contribuyente ni se imagina que tiene, como el consumo de servicios públicos y tenencia de bienes registrados. Además, están trabajando en conjunto con la Inspección General de Justicia (IGJ) que aporta datos corporativos. Es decir, el fisco cierra muy bien los caminos a los malos profesionales.
Fortuna: Usted suele alabar públicamente a dos funcionarios muy distintos: al titular de la AFIP, Alberto Abad, y a su par de la provincia de Buenos Aires, Santiago Montoya. ¿En qué se diferencian y en qué se parecen?
San Martín: Son funcionarios que se toman en serio su trabajo y que no tienen miramientos a la hora de hacer las fiscalizaciones. Pero a esa lista hay que agregar a Ricardo Nissen, el ex titular de la IGJ. El impacto de sus trabajos va mucho más allá de las resoluciones. Por ejemplo, mejora el acceso de las PyMEs al mercado financiero. Hoy, el patrimonio neto de una sociedad tiene tantos requerimientos que hace que los balances sean mucho más transparentes y lo que terminan haciendo es que cuando el banco lee los estados contables, presta en base a eso y no en base a la casa del pequeño empresario.
Fortuna: Pero Abad y Montoya tiene estilos que son muy distintos…
San Martín: Creo que están en distintos estadios. Abad está fortaleciendo a la AFIP, profesionalizándola. Montoya es como Carlos Tacchi. Posiblemente, dentro de 15 años alguien pueda hacer el trabajo de fortalecimiento de la Dirección de Rentas de la provincia de Buenos Aires. Pero ambos organismos hacen muy buena tarea.
Fortuna: Es raro escuchar estas alabanzas de parte de un contador.
San Martín: Hay que mirar el tema con prospectiva. No tengo la menor duda de que Montoya me arruina el día a día, por la cantidad de requerimientos y las fiscalizaciones cada vez más complejas y seguidas. Todo esto genera un mayor costo hoy, pero se empieza a ver que financiar al Estado mejora la calidad de vida para todos.
Fortuna: ¿Por qué no se lleva adelante una reforma tributaria?
San Martín: Sin lugar a dudas hay intereses económicos detrás. Se puede pensar que pagar pocos impuestos es un gran negocio, de la misma manera que alguien puede creer que pagar menos expensas en el edificio es beneficioso. Eso es así en el corto plazo. Pero cuando se corta la luz o no funciona el ascensor, no solamente se complica la vida cotidiana sino que también se desvaloriza la inversión que el dueño hizo en ese edificio. Lo mismo pasa con los impuestos y el Estado.
Fortuna: ¿Pero hay interés político por hacer una reforma progresiva?
San Martín: Hay un debate público en el que se empieza a instalar la necesidad de ir a un régimen más inclusivo y progresivo. Hablando con mis clientes veo que hay mayor apertura a crear esquemas de mayor movilidad social.
Fuente: revista Fortuna

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