martes, 25 de septiembre de 2007

Preocupa el futuro

Hace ya diez años, frente a los elevados índices de desocupación y pobreza que padecíamos, señalé que la reducción significativa de tales problemas sociales demandaría la adopción de variadas acciones, que insumirían mucho tiempo e ingentes recursos. Sostuve también que, en un plazo breve, era posible implementar medidas tendientes a remediar una de las consecuencias más preocupantes de esos hechos: el fracaso escolar de los menores pertenecientes a los sectores más postergados, fenómeno caracterizado por altos porcentajes de ausentismo, bajo rendimiento en el aprendizaje, repetición de grados y abandono temprano del sistema educativo.

Debo recordar que en el discurso de apertura de las sesiones ordinarias de la Legislatura bonaerense de 1997, el entonces gobernador Eduardo Duhalde señaló que nueve de cada diez pobres no terminaron la educación secundaria y que el 48% de los jóvenes alcanzaba, como promedio de escolaridad, los siete años de enseñanza primaria, que era obligatoria.

A estos datos se sumaban otros que provenían de dos trabajos de investigación presentados en el mismo año. Uno de Daniel Filmus, según el cual no asistían a la escuela alrededor de 455.169 chicos de entre 5 y 14 años (en todo el país), pero que en el caso de los jóvenes de entre 15 y 17 esa suma ascendía a 761.167, aproximadamente. El otro, preparado bajo la dirección de Juan J. Llach, indicaba que en la Argentina había 2.000.000 de desocupados declarados. De ese total, 1.400.000 no habían terminado la escuela secundaria. También se expuso allí que, “consistente con la poca instrucción –y en verdad formando un sistema de causalidades recíprocas–, el desempleo es, en una medida significativa, un problema de los más pobres. Seis de cada diez desocupados pertenecen a hogares del nivel socioeconómico bajo o medio bajo”.
LANACION.com | Opinión | Martes 25 de setiembre de 2007

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