Cuando niña, Angeles Gómez Palmés era fanática de los zapatos: su mejor juego consistía en revolotear por la casa con los tacos de su madre bailándole en los pies. Ya de adolescente podía pasarse horas detenida sola frente a las vidrieras de zapatos, zapatillas, zuecos o botas. Parecía estudiar sus formas.Ahora, con 29 años, diseña y fabrica los zapatos de Angels, la marca que fundó en 2002 y que en la actualidad comercializa en dos showrooms en Palermo y Barrio Norte. "Siempre tuve más zapatos que remeras", dice la sonriente emprendedora en su local de Arenales casi esquina Montevideo, y se dispone a relatar su paso de artesana a empresaria.Al cursar la licenciatura en Economía debió postergar su pasión por los zapatos. O, simplemente, dedicarse a lucirlos.
Cuando se recibió, en plena crisis de 2001, trabajó en dos multinacionales, luego viajó unos meses por Europa y, al regresar, supo que quería emprender algo suyo, con su impronta. "El viaje fue decisivo, fue mucho más que aprender inglés y recorrer países", cuenta.
Cuando regresó, repartía el tiempo entre buscar un trabajo "serio" y tomar cursos de confección de zapatos. No sorprendió a su familia ni a sus amigos cuando convirtió su cuarto en un pequeño taller, con moldes, suelas, martillos, clavos y pegamento dentro de su placard.
Tres pares
"Empecé con tres pares de hormas: mi número, el de mamá y el de mi hermana", recuerda. Esos fueron los primeros pies que vistieron los zapatos diseñados y armados por ella.Luego, los pedidos de familiares y amigos empezaron a multiplicarse por decenas. Sobre todo, después del primer fin de semana que se animó a mostrar sus creaciones en ferias de artesanías, que además de ventas le trajeron el primer contacto con un comercio de ropa de Barrio Norte.
"Estuve dos años en un showroom y eso me sirvió para crecer bastante", dice. Calcula que en una temporada, entre el negocio y las ferias llegó a vender en promedio unos 200 pares de zapatos.
Para entonces, abandonó la búsqueda de empleo en avisos clasificados. Ya tenía trabajo y era el ideal: combinaba su profesión de economista con su pasión por el diseño de calzado. "Descubrí que me inspira jugar a ver el pie desnudo", define.
El trabajo de Gómez Palmés era completamente manual y todo pasaba por ella: diseñaba y armaba los zapatos, elegía los materiales, iba a diferentes curtiembres del Gran Buenos Aires a buscar los cueros, compraba los accesorios en el barrio de Once.
Cuando los volúmenes se fueron ampliando, prefirió concentrarse en el diseño y buscó un taller que se ocupara del armado del calzado en escala. Era un primer paso hacia la industrialización.En ese momento, no bien despuntaba 2006, ella sintió que necesitaba replantearse la estrategia de su emprendimiento. "Es tiempo de dar el salto", se dijo.Y asumió más riesgos: invirtió $ 25.000 para abrir su primer negocio a la calle, el showroom en Arenales 1602. El local celeste, que se destaca por su frente iluminado de rojo, también desparrama colores en el interior: más de 30 modelos, cada uno con tres versiones de diferentes tonalidades y texturas, revisten las paredes de una punta a otra del local.La empresaria, como buena economista, confió en un estudio de mercado que la impulsó a ampliarse. En marzo pasado inauguró su segundo local, en Lafinur 3240, en Palermo.Acertó en su decisión: la facturación de los últimos dos meses ascendió a $ 23.000 y ya trabaja asociada con tres fábricas, una de las cuales lo hace en exclusividad para Angels. "Según nuestro estudio de mercado, la empresa seguirá creciendo a un ritmo del 30% cada temporada", pronostica.
La joven emprendedora prefiere no apurarse. Dice que va creciendo paso a paso.
jueves, 9 de agosto de 2007
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