viernes, 10 de agosto de 2007

La Argentina pierde en la producción orgánica


En el mundo hay una explosiva demanda de alimentos sanos, y la Argentina no se decide a tomar el tren. El mercado mundial de productos orgánicos, de US$ 35.000 millones, no para de crecer desde hace 15 años a una tasa anual de más del 20% y el país, pese a sus ventajas competitivas, sólo exporta por US$ 50 millones.

Mientras tanto, apuntando a una actividad que es gran generadora de empleo, México exporta por US$ 320 millones, Brasil por US$ 280 millones y Ecuador, sólo con bananas ecológicas, por US$ 150 millones. En los países desarrollados, el consumo de alimentos orgánicos dejó de ser una alternativa y se consolida como un estilo de vida; en la Argentina, en cambio, es cada vez menor la superficie destinada a emprendimientos ecológicos, y sólo el 5% de la producción se vende en el mercado interno. De acuerdo con un informe del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), el año pasado se sembraron 600.000 hectáreas menos que los 2.900.000 de 2001.

La crisis de ese año afectó al sector orgánico argentino y en los tres años siguientes no creció la exportación, a pesar de las ventajas del tipo de cambio favorable. En tanto, el gobierno de Lula, en Brasil, está recogiendo los frutos de una política de fuerte apoyo a la producción orgánica y de promoción de las exportaciones que está dando resultados.

Según Rodolfo Tarraubella, presidente del Movimiento Argentino para la Producción Orgánica (MAPO), ese impulso oficial es el que está faltando en el país. "No se aprovecha esta oportunidad porque falta conciencia de los dirigentes", afirma. "Falta decisión del Gobierno de ir adelante con un programa nacional de apoyo a la producción ecológica". Tarraubella explica que en 1997 se acordó un programa de promoción con la Secretaría de Agricultura, y desde ese momento se siguen incluyendo y aprobando modificaciones, pero el plan nunca se pone en marcha. En el MAPO señalan que la Argentina podría exportar hoy por US$ 400 millones con una mínima campaña de difusión, y eso básicamente beneficiaría a las economías regionales con la posibilidad de reinserción laboral de miles de argentinos.

Este impulso no implicaría una retracción en la producción de alimentos convencionales, de vital importancia para la economía argentina. "El país eligió la política de los transgénicos", señala Tarraubella. "Son dos ideologías diferentes, pero se pueden hacer las dos cosas en paralelo: Estados Unidos es el mayor generador de transgénicos, pero también es el país donde más crecen los orgánicos".

El boom de la producción orgánica comenzó hace 15 años. Entre otros factores, el crecimiento fuerte a nivel mundial se debió a sustos que la gente tuvo con la alimentación. Por ejemplo, la vaca loca en Inglaterra hizo que en un año se duplicara la demanda de estos productos ecológicos.

Los impulsores de estos productos señalan que sirven para prevenir enfermedades crónicas y mejorar la inmunidad del cuerpo. La producción orgánica respeta los principios de no usar agroquímicos (pesticidas, fertilizantes, etc) ni insumos transgénicos, mantenimiento de la fertilidad de la tierra, producción de alimentos sanos y abundantes, y la obligatoriedad de certificación. Como emplea mano de obra intensiva, el 90% de los productores orgánicos son pequeños o medianos.

"La Argentina tiene muchísimas ventajas comparativas para la producción ecológica", amplía Tarraubella. "Por ejemplo, existen extensiones enormes de campo de monte virgen que podrían aprovecharse para producir miel." Son regiones pobres del país donde no se hace apicultura orgánica por desconocimiento de las técnicas y de las ventajas económicas. En una huerta orgánica se puede producir casi la misma cantidad que en la convencional, pero con un mayor precio. "Esos pequeños productores, haciendo lo que hacen hoy, pero en forma orgánica, estarían cobrando casi el doble", señala.

La Argentina fue pionera en toda América en promover la agricultura ecológica y el primero en ser reconocido por la Unión Europea como país con normas equivalentes.

Productos certificados

Para lograr la certificación de los productos orgánicos, hay un período de transición de tres años. Las normas nacionales delegan el monitoreo en certificadoras privadas que avalan el proceso con un sello en el envase.

Dijo Roberto Rapela, presidente de la Cámara de Certificadores: "El boom que llegó hasta el 2000, se frenó con la crisis porque las políticas oficiales no se pusieron en marcha: falta el apoyo del Gobierno para facilitar la exportación a los pequeños productores". El dirigente sostiene que debería impulsarse la asociatividad y que los gobiernos deberían tener en cuenta que la actividad es una gran generadora de mano de obra.

Tras la aprobación de las certificadoras, el segundo punto de control es el Senasa. Juan Carlos Ramírez, responsable de la fiscalización de productos ecológicos del organismo coincide en que hay enormes posibilidades de desarrollo si se apunta al mercado internacional en crecimiento. "Hay que aprovechar la oportunidad y para ello hay que avanzar en la calidad, mejorar la logística y el marketing", subraya.

Germán Bosch es presidente de Biograin, empresa que exporta soja, maíz, girasol y trigo orgánico. Según el empresario, es un mercado con gran crecimiento, pero hay que encontrar los nichos y apuntar a la investigación y desarrollo. La empresa compra los granos a productores locales y la exporta a Europa y Estados Unidos. "Son productores medianos, muchos de zonas marginales donde el rendimiento no es tan alto, pero de esta manera logran más precio que con la producción convencional", observa.

Como dato positivo, el informe del Senasa observa que en 2005 se incrementaron las exportaciones de productos orgánicos de origen vegetal. Se destacan los jugos de naranja, los vinos, el aceite de oliva, las peras, la soja, el lino y el maíz.

Dicho volumen pasó de 46.000 toneladas en 2004 a 65.000 toneladas en 2005, todavía una cifra muy chica para un mercado de US$ 35.000 millones.

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