viernes, 10 de agosto de 2007
Atado con alambre
"Lo atamos con alambre". En el caso de Mundana, la marca de bijouterie, el dicho viene como anillo al dedo: gracias a un alambre las emprendedoras Diana Sacomano (48) y Adriana Kiki Fernández (40) facturan más de seis cifras.
Empezaron a hacer collares y pulseras en 2002 para salir de la crisis. Salir, salieron: hoy tienen dos locales, su productos se venden en todo el país y en el exterior también.
"Las dos somos publicitarias y trabajábamos en el mismo equipo creativo de una agencia. Diana se quedó sin trabajo en el 2001 y era muy difícil reinsertarse. Entonces se nos ocurrió crear un pequeño emprendimiento a ver qué pasaba", explica Fernández.
Eligieron la bijouterie por dos razones: las dos son diseñadoras y querían aplicar sus conocimientos y, además, "no necesitábamos una gran estructura".
Fernández, que seguía en la agencia, puso trescientos pesos. La amiga desempleada aportó el tiempo.
"En el cuarto del fondo de mi casa había un alambre de acero inoxidable finito como un pelo, con varios de ésos se hacen los cables que se usan en la construcción. En algún momento lo había comprado para colgar cuadros. Quisimos enhebrar las cuentas en él pero resultó que era muy histérico, formaba rulos, hacía lo que quería", cuenta Sacomano.
Imposible domesticarlo. "Intentamos mil veces. Hasta que al final, viendo el enredo dijimos: 'Queda lindo así. Vamos a sacarle provecho'". Les había salido un collar con un diseño diferente. Pero faltaba la opinión de los demás: "A todos a los que se lo mostramos les gustó" y les pareció original. "Acá hay algo", dicen que dijeron.
Así, habían encontrado el elemento distintivo de su bijú. Los collares, pulseras, aros y anillos de Mundana tienen piedras semipreciosas, borlas y cristales engarzados en el alambre con forma de rulos. "Los cierres que había en el mercado no nos servían porque las puntas son muy agudas y había que esconderlas". Diseñadoras al fin, diseñaron sus propios cierres.
El arranque del emprendimiento fue a pulmón: "Nuestras amigas llevaron los collares a sus trabajos para venderlos. También empezamos a dejar en consignación en algunos locales".
El negocio marchaba. Tanto, que en octubre de 2005 abrieron su local, en Belgrano. "Recién ahí yo dejé la agencia". Antes de eso, y durante tres años, Fernández dedicaba todos los mediodías y los domingos al emprendimiento.
Para abrir el negocio usaron treinta mil pesos de sus ahorros. A fines de 2005 tenían el dinero de vuelta.
Hace tres meses abrieron el segundo local, esta vez en Recoleta.
"El alquiler de Belgrano era manejable y como recuperamos la plata tan rápido nos decidimos a abrir el otro pero el alquiler era el doble y nos generó dudas. Pero otra vez recuperamos todo".
En sus negocios venden collares que arrancan en los veinte pesos y pueden llegar hasta los 140. Además, hacen piezas únicas que cotizan más alto.
Las mujeres que entran a comprar van desde los 18 años "hasta señoras de mucha edad a las que les encanta la línea de piedras, cristales y vidrios".
Pero no sólo venden en sus locales. Desde los comienzos venden en el interior y también exportan. Ya mandaron collares a Chipre, Palma de Mallorca y Madrid. Aunque son envíos chicos, la mayoría de los clientes del exterior les compra regularmente. Algunos de estos compradores llegaron a Mundana a través de su página web y por medio de un directorio de diseño argentino en el que tienen un link a su sitio. También reciben pedidos de extranjeros que vinieron a la Argentina y las conocieron acá.
Las socias hacen el diseño pero la producción la tercerizan. "Desde el principio lo pensamos como una empresa. Nunca dijimos: 'Armamos dos collares, los vendemos y vamos tirando'. Jamás nos pusimos en la plaza de Juramento a mostrar nuestras cosas".
El gran problema surgió cuando se terminaron los pocos metros de alambre que Sacomano tenía en su casa. "Nos costó muchísimo encontrarlo. Nos ofrecían un alambre que parecía pero no era, no se enrulaba. Tuvimos que recorrer Internet de pe a pa para encontrarlo". Ahora lo compran por bobina. Cada una pesa varios kilos y les dura un año.
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