En muchos sectores de nuestra sociedad predomina la filosofía hedonista, de búsqueda de satisfacción y de placer, y con un gran miedo y una actitud de rechazo a todas las emociones negativas como tristeza, ansiedad, sufrimiento y dolor. Las drogas y el alcohol han adquirido una gran importancia en este ámbito, ya que pueden proporcionar artificiales sensaciones de diversión, de alegría y también de placer rápidas y conseguidas sin el menor esfuerzo.
Esas mismas sustancias también pueden suponer un alivio, aunque sea momentáneo, ante situaciones de sufrimiento tanto físico como emocional. De alguna torcida manera, las drogas pueden suministrar salidas fáciles para situaciones complejas cuya superación por vías normales exigiría esfuerzo, sacrificio y entereza espiritual. La prevención del consumo de alcohol y de drogas es un proceso educativo integral dirigido a enfrentar un problema que ha existido y seguirá existiendo, como es el abuso de las sustancias estupefacientes. El propósito de toda las acciones preventivas es el de sensibilizar acerca de los riesgos del consumo, enfrentar la presión social y acrecentar la responsabilidad respecto de ese problema. En el momento de diseñar y llevar a cabo políticas de prevención tales tareas no sólo deben depender de los organismos de control, sino que es fundamental que en ellas se involucren el Estado, la comunidad, la escuela y, especialmente, la familia, ya que se trata de un problema gravísimo y que nos afecta a todos por igual. En este sentido es recomendable que los padres se mantengan en permanente alerta, que no debería limitarse a descubrir la probable utilización de sustancias psicoactivas por parte de los hijos. Se trata, también, de incluir una permanente evaluación de la consistencia y de la naturaleza de su comunicación e integración familiar, de su rendimiento en los estudios y de la calidad de sus amistades, entre otras cuestiones. El notable incremento de las adicciones que se registra en la actualidad es facilitado, sin duda, por la enorme y variada sobreoferta de drogas. Pero no depende exclusivamente de ella. Intervienen también cuestiones familiares, sociales y de personalidad, que se entrecruzan formando los cimientos de la propensión individual a desarrollar una adicción. Tiene que haber generalizada conciencia de que la droga no configura el problema de fondo, sino que es una vía de escape para eludir el problema de fondo. Cuando un adolescente comienza a consumir drogas, lo está haciendo porque trata de huir de un conflicto determinado. De allí la importancia de que esa situación conflictiva pueda ser identificada correctamente en cada caso y en cada casa, y, asimismo, en cada familia. Si bien los padres temen que sus hijos consuman drogas y alcohol, la mayoría de ellos no se atreve a hablar del tema con los jóvenes. En general, ese temor se debe a que los progenitores tienen poca información -o ninguna- acerca de las drogas y todo el universo que las rodea. Tampoco es recomendable ni útil llevar adelante un monólogo en el que los padres sólo se dediquen a repetirles a sus hijos que las drogas son malas, sin brindarles información precisa y veraz sobre el efecto nocivo que tienen en la salud de los seres humanos. En consecuencia, se debe buscar el espacio propicio, con un diálogo abierto en ambas direcciones, teniendo en cuenta sus opiniones y aprovechando las situaciones que aparezcan y que tengan en cuenta el tema, como, por ejemplo, un artículo periodístico, un comentario sobre una película o el caso de un amigo o compañero afectado por problemas de adicción. Con motivo de haberse celebrado no hace mucho el Día Internacional de la Lucha contra el Uso Indebido y el Tráfico de Drogas, la ocasión resulta propicia para destacar el papel fundamental que en materia de prevención de adicciones puede desempeñar un grupo familiar cohesionado en torno del respeto unánime por la autoridad parental y por los valores solidarios e ideales elevados que cuentan con el sólido respaldo de normas y límites claros y firmes. Una familia que sea considerada por sus integrantes como una unidad que promueve la comunicación, que respalda la singularidad y que, además, estimula la autonomía, será el más solido y resistente bastión para enfrentar y vencer el riesgo de que los hijos se hagan dependientes de las drogas.
Fuente: La Nación
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