lunes, 18 de junio de 2012
Los "paladares", de La Habana a Buenos Aires
Una experiencia diferente, atención personalizada, platos especiales, intimidad. Estas son algunas de las razones por las que varias personas deciden abrir las puertas de sus casas y transformarlas en restaurantes por un rato. Un desafío que mezcla seducción y comida gourmet.
Se trata de los "paladares", o restaurantes a puertas cerradas, que se impusieron como oferta gastronómica en la ciudad. El término "paladar" es una herencia cubana, ya que las casas transformadas en restaurantes clandestinos para turistas recibieron ese nombre en La Habana y otras ciudades de la isla. Hoy, en Buenos Aires, representan una nueva moda.
Ivana Pinar es sommelier, y su pareja, Pablo Abramovsky, chef. "Pablo empezó a dar clases de cocina y sus alumnos empezaron a pedirle que cocinara a la noche. De a poco, la casa se fue transformando y todos colaboraron. Mi abuela y mi madre nos regalaron algo de cristalería; un amigo, las mesas y las sillas. En septiembre cumplimos tres años con este proyecto", contó Ivana a LA NACION. Su restaurante casero, Paladar Buenos Aires, se ubica en Villa Crespo y se caracteriza por los platos con productos frescos, ricos y sanos.
Hoy también ofrecen delivery de pasta gourmet, que Abramovsky entrega en mano. "Pablo explica a los comensales cómo debe cocinarse la pasta, para que luego puedan disfrutar de un plato exquisito", agregó la sommelier. Paladar Buenos Aires fue uno de los primeros restaurantes a puertas cerradas y sus dueños se obsesionan por no dejar ningún detalle al azar. Cada plato tiene un maridaje especial con un vino que elige Pinar. Los comensales pueden disfrutarlos en un sillón frente a un hogar a leña si es invierno, y el número de clientes jamás puede superar los 18 cubiertos.
Con 14 comensales como máximo trabaja Damián Carini en Concepto Tau, en Bartolomé Mitre y Junín. Damián es chef y buscó un nuevo desafío. "No sólo es la cocina, abro mi casa en general. Encontré muchas cosas que me gustan: estoy muy en contacto con la gente, me gusta ser anfitrión. Por eso armé un pequeño espacio en el que puedo conjugar lo que realmente me da placer", explicó Carini, quien vivió en Suiza hasta 2010, cuando regresó a la Argentina.
Todavía es temprano para hablar de ganancias; mientras tanto, asegura que disfruta mucho su trabajo. "Busqué un mobiliario práctico que me permitiera armar y transformar el lugar para los invitados. No tengo una gran estructura, y por eso no gasto mucho. Eso sí, los alimentos son todos frescos. Nada se puede congelar ni preparar de un día para otro", indicó.
Con un concepto singular, en septiembre del año pasado abrió Pequeño Comedor, en Colegiales. Es un PH en el que se habilitó la terraza para disfrutar de una comida casera y vegetariana. El departamento es propiedad de la cocinera Sol García Costero. "Buscaba algo diferente; la verdad es que ya me había cansado de lo que ofrecen los circuitos gastronómicos. Trabajo con frutas y verduras de estación y me especializo en comida india."
"La comida es exquisita, mezcla de sabores orientales en equilibrio con los occidentales, preparada al momento para cada cliente. Buena onda, buen servicio, atendida por su dueña. Probamos desde un vino orgánico hasta un fantástico vino blanco con peras y manzanas, con el que fuimos recibidos", comentó Juan Beamonte en el sitio especializado Guía Oleo.
Pequeño comedor está abierto jueves, viernes y sábados. Pero, como sucede con todos los restaurantes a puertas cerradas, la apertura depende de la cantidad de reservas que se reciben durante la semana.
Otras opciones son 12 servilletas, Olazábal y Treinta Sillas, entre otros. Los precios van de $ 80 a $ 250.
La mayoría de los chefs y dueños coinciden en que hay público para estas propuestas. "Hay familias o grupos de amigos a los que les gusta la experiencia, y después con el boca a boca influyen en otras personas. Yo ya tengo habitués", contó, orgulloso, García Costero.
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