viernes, 11 de mayo de 2012
Vuelve el deporte favorito: recrear enemigos
Por Fernando Laborda | LA NACION
No es casual que en las últimas horas el kirchnerismo haya retornado a su deporte favorito: reconstruir poder a partir de la generación o la recreación de nuevos o viejos enemigos. La presidenta Cristina Kirchner cargó con virulencia contra el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, de quien dijo ayer que "se queja como la gata Flora". Y poco antes, en La Plata, militantes ultrakirchneristas, mayoritariamente asociados con la agrupación La Cámpora, enfrentaron a productores rurales que pretendieron ingresar en la Legislatura bonaerense para protestar contra una suba de impuestos.
La estrategia kirchnerista apunta a retomar una mística basada en la construcción de enemigos externos antes de que la lógica de la lucha por los espacios de poder termine instalándose dentro del propio oficialismo.
Con un sistema de partidos políticos sumido desde hace más de una década en una profunda crisis y con una oposición incapaz de levantar cabeza, es bastante natural que el escenario mayor del conflicto pase a ser el interior de la coalición kirchnerista.
Desde hace algunas semanas, ese temor se ha posado en la mente de la presidenta Cristina Kirchner. No por nada, el lema convocante del acto que encabezó en el estadio de Vélez, dos viernes atrás, fue "Unidos y organizados".
Tal consigna supone que hay peligro de división y de desorganización. Pero más aún que los potenciales "enemigos" están dentro del oficialismo.
Tanto es así que la fracción más cristinista de la Legislatura bonaerense, asociada con La Cámpora, ha forzado un pedido de informes al gobernador Daniel Scioli sobre la publicidad oficial de la provincia. Un planteo que a ningún kirchnerista se le ocurriría formular frente a la escandalosa distribución de la pauta publicitaria oficial que hace la Casa Rosada y cuya finalidad no es otra que premiar a aquellos medios afines al Gobierno y castigar a los que evitan caer en la docilidad.
DIFERENCIAS
Las diferencias internas en el oficialismo son hijas de un desgaste en las relaciones entre algunos dirigentes. Llamó la atención que el senador Aníbal Fernández respaldara públicamente, 48 horas atrás, al ministro de Justicia y Seguridad bonaerense, Ricardo Casal, quien es permanente blanco de críticas por parte de la ministra de Seguridad de la Nación, Nilda Garré; del vicegobernador Gabriel Mariotto, y de otros dirigentes kirchneristas. Tales diferencias parecen más el fruto de la lucha por espacios de poder que de cuestiones ideológicas.
Pero las disputas ideológicas también empiezan a despuntar. Por ejemplo, a partir de la repercusión que en distintos círculos intelectuales afines al kirchnerismo generaron algunas expresiones del historiador y escritor Osvaldo Bayer, quien afirmó que "mientras existan villas miserias, no habrá verdadera democracia" y criticó a las Madres de Plaza de Mayo, al enfatizar que su movimiento "se perdió" por sus posiciones de apoyo a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
Aunque aún nadie le discuta su poder, la Presidenta se muestra por momentos desesperada por ofrecer demostraciones de autoridad. Y deja y alienta que se hable de una hipotética reforma constitucional. No vaya a ser cosa de que alguien en el oficialismo cuele una candidatura que la desaloje de su hoy excluyente primer plano.
El reciente lanzamiento de la agrupación La Juan Domingo, desde Los Toldos, con la venia de Scioli y la asistencia de muchos de sus principales colaboradores, ha sentado un antecedente peligroso para la estabilidad del partido gobernante.
Ante cada amenaza proveniente del sciolismo, la Presidenta le cede protagonismo a Macri, consciente de que tanto el jefe porteño como el mandatario bonaerense pescan en el mismo río.
Paralelamente, Cristina Kirchner busca reforzar la identidad de su movimiento, mostrándose como una militante pura y reciclando su poder a través de la permanente construcción de enemigos.
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