sábado, 28 de abril de 2012
Alcohol, drogas y sexo: una combinación frecuente y peligrosa en la adolescencia
La sexualidad adolescente inquieta. Explosiva y pasional, inaugura el intercambio activo entre los 13 y los 14 años en los varones y entre los 14 y los 15 en las mujeres. Una encuesta conjunta de Unicef y la Fundación Huesped encontró que el 60% de los adolescentes de 14 a 19 años inició su vida sexual antes de los 15 años. También halló que el uso de preservativos en la primera relación es alto: el 89% de los encuestados confesó haberse iniciado con protección. Buen comienzo. Pero no todas las noticias son tan optimistas.
Según los datos aportados por esta encuesta, la utilización de preservativos se mantiene constante en el 69% de los consultados hasta los 18 años, cuando la cifra de cuidados se precipita. ¿Por qué?
"El no uso de preservativo se asocia a una pareja considerada ´estable´ o ´confiable´, dice el informe de Unicef. Y la doctora Mabel Bianco agrega: "Alrededor de los 18 años muchas chicas empiezan a tomar anticonceptivos porque entablan relaciones que ellas consideran más estables, aunque la estabilidad puede significar que están juntos unos meses. Como el miedo es al embarazo y no al contagio de enfermedades, abandonan los preservativos. Además, es habitual que sus parejas sean mayores y se resistan a usarlos. Cuanto mayor es el hombre, menor es la posibilidad que tienen las mujeres de imponer sus propias condiciones".
Un informe del Allan Guttmacher Institute describe otro costado del fenómeno: "Cuando se pregunta a las mujeres sexualmente activas que no quieren quedarse embarazadas la razón por la cual no usan un método anticonceptivo, la respuesta más común es que tienen relaciones sexuales con muy poca frecuencia-lo que sugiere una falta de comprensión del riesgo que tienen de un embarazo no planeado. La siguiente respuesta más común es que no les gustan los efectos secundarios o riesgos percibidos para la salud asociados a los anticonceptivos modernos, lo que sugiere la necesidad de servicios que proporcionen una amplia gama de opciones anticonceptivas".
A la falta de consciencia sobre la necesidad de protegerse se suma en un número creciente de adolescentes, la explosiva combinación de alcohol, drogas y sexo.
"El sexo no cuidado viene asociado al descontrol y las chicas que se pasaron con una borrachera al otro día no saben lo que hicieron", revela la doctora Bianco.
La anticoncepción de emergencia es una alternativa capaz de detener el tsunami, pero como su nombre declama, resuelve emergencias eventuales. Ningún profesional, ni aún quienes defienden su utilización, la recomienda como una estrategia anticonceptiva regular.
Aún así, hay adolescentes que a la mañana siguiente no tienen registro de la necesidad de recurrir a él. Sencillamente perdieron el control de la situación.
"En el conurbano bonaerense y en las zonas de mayor pobreza es muy pesada la circulación de drogas. En los sectores medios y altos son las fiestas y pre-fiestas las que introducen sustancias ilegales y esa otra droga tan aceptada pero que también es adictiva y destructiva: el alcohol".
El resultado del sexo desprotegido no es muy difícil de predecir.
EMBARAZOS PREDECIBLES
De acuerdo con los datos de la Dirección de Estadísticas e Información de Salud, organismo bajo la órbita del Ministerio de Salud de la Nación, el 32,47% del total de los nacimientos -700.000 anuales- corresponden a menores 20 años.
En general son chicas biológicamente fértiles pero emocionalmente resistentes a convertirse en el sostén, espejo y nido que requiere el nacimiento de un hijo.
En muchas, especialmente entre los sectores populares, el embarazo es una elección. Un estudio de la investigadora Juliana Marcús publicada en la Revista argentina de sociología, analizó a las jóvenes y adolescentes de barrios populares del conurbano bonaerense y zonas deprimidas del interior del país y encontró que las pocas posibilidades de realización laboral y la expulsión temprana del circuito educativo impone a la maternidad como la única vía de afirmación y realización personal. "Muchas veces los embarazos no son planificados ni buscados por estas jóvenes mujeres y la maternidad es una aceptación resignada del destino inherente al ser mujer", señala.
Las mujeres de los sectores medios y altos, en cambio, asocian en menor grado el logro y la felicidad femenina con la maternidad, tendencia más acentuada cuanto más jóvenes, instruidas y activas son.
Pero más allá de vocaciones y mandatos, el "accidente" sigue siendo una de las vías más transitadas de llegada a un embarazo inesperado: "Como nunca había tenido un atraso pensé que el método de terminar afuera servía, hasta que un día no me venía.tuve 10 días de atraso, me hice un test y me dio positivo", comenta Marcela, de 17 años, en un encuentro organizado por la Red Nacional sobre salud y derechos sexuales. "No sabía que hacer", continúa, "consulté a una amiga, en Internet y decidí abortar pero no me animé, así que ahora estoy continuando con el embarazo.", dice, con resignación.
Un embarazo ajeno a todos los planes personales es una situación límite. El mundo interno se quiebra. Las coordenadas sobre las que descansa la vida se tuercen. Los miembros de la pareja se cruzan culpas como dardos. Cuando la pareja fue apenas ocasional, crece el resentimiento y se agudizan los miedos. El sentimiento de irreversibilidad aprisiona. Embarazos sostenidos involuntariamente implican el nacimiento de un hijo incómodo que nadie quiere o puede sostener emocionalmente. Gana la vida, sí, pero la ausencia de un deseo que funcione como cuna simbólica previa al nacimiento, deja marcas.
La maternidad es un proceso psicoafectivo que exige presencia y energía física y emocional. Hay que estar dispuesto. Porque aún para quienes sienten el deseo de ser madre, tendrían que tener presente que este deseo no es sinónimo del deseo de tener un hijo, como discrimina el psicoanalista francés Serge Levobici. Y para las adolescentes, un hijo, en general, significa sentirse arrancadas de su tiempo e instaladas en el futuro, salto que tiene un precio alto que tarde o temprano pagan todos.
Aún cuando no sienten el deseo de ser madres, tampoco el deseo de hacerse cargo de un hijo, o ni siquiera aparece la asociación entre sexualidad y maternidad potencial, los embarazos se producen. La biología cumple su ritmo.
El 29% de las adolescentes de 14 a 19 años estudiadas por Unicef y la Fundación Huésped confesó "haber estado embarazadas, pero declararon no haber tenido ningún hijo".
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