Por Laura Lucchini | Para LA NACION
BERLIN.- La prensa lo define como el "milagro alemán del empleo", pero los expertos prefieren hablar del resultado de una política valiente. Visto desde afuera, es por lo menos una anomalía: con Europa azotada por la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial, Grecia al borde del abismo y España e Italia prácticamente de rodillas, en Alemania no sólo la economía crece, y crecerá a pesar de todo también en 2012, sino que el empleo está marcando los mejores resultados de los últimos 20 años. Pero, aun así, los críticos dicen que es una farsa.
Los últimos datos confirman que España es la oveja negra del Viejo Continente, con una tasa de desempleo del 22,85%. Pero tampoco al resto de los países industrializados le va particularmente bien: en total son 45 millones los que actualmente están sin trabajo. En 2007, antes de la crisis de las hipotecas subprime , eran "sólo" 29 millones los desempleados en los países desarrollados. Estos son los resultados de un reciente estudio elaborado por la Organización Internacional del Trabajo que demuestra, entre otras cosas, que sólo en Alemania y Austria el mercado laboral se mueve en dirección opuesta.
Alemania en particular tiene en la actualidad una tasa de desempleo de alrededor del 6,6%, es decir que menos de tres millones de personas están sin trabajo en un país de más de 81 millones de habitantes. Es el mejor dato desde 1991. En enero de este año el numero de empleados siguió aumentando, tanto que se habla de "milagro" de la ocupación.
¿Cómo fue posible? Hasta 2005 Alemania era vista como "el país enfermo" de Europa, por tener una tasa de desempleo del 12,5%, en particular debido a las consecuencias de la reunificación y a la necesidad de convertir al capitalismo la economía socialista de Alemania del Este. Desde entonces, la tasa de desempleo se redujo prácticamente a la mitad.
Los expertos afirman que es el resultado de la puesta en marcha, en la década pasada, de difíciles pero necesarias reformas en el sector laboral. Por esta razón, Klaus.F. Zimmerman, director del Instituto para el Futuro del Trabajo (IZA), prefiere no hablar de "milagro". Se trata, dijo Zimmerman a LA NACION, del resultado de una "política valiente, a la que contribuyeron en particular acuerdos acerca de los sueldos estipulados entre las partes y que fueron medidos y orientados a la creación de empleo".
Lo que ocurrió en Alemania, según Zimmerman, fue sobre todo un cambio de mentalidad. Un cambio que, según él, también debería producirse en España, Grecia e Italia.
"En Alemania las empresas empezaron a cambiar la forma de planificación del personal. En los momentos de crisis ahora no despiden a los trabajadores, porque las fuerzas de trabajo especializadas en todo el país son escasas. También mantienen el personal cuando la situación económica se hace crítica", afirmó.
MINIJOBS
Una de las iniciativas del gobierno para flexibilizar el mercado laboral fue la introducción de los así llamados "minijobs", trabajos con horario reducido que permiten ganar hasta 400 euros al mes y que se combinan con una ayuda financiera del Estado. No permiten hacer aportes a la caja de seguridad social y no están sujetos a impuestos. Desde que fueron introducidos, unas 7,3 millones de personas trabajan con esos contratos. Además, se introdujeron nuevos contratos de tiempo parcial o de rotación de personal.
Según Zimmerman, estas formas flexibles de trabajo "permiten tener acceso a sueldo y alimentos a quienes de otro modo no podrían. Justamente el trabajo con horario reducido ha sido valorado como una puerta de ingreso al empleo". Y aclara: "Naturalmente hay errores y abusos que se tienen que corregir".
Sin embargo, Marc Schietinger, de la Fundación Hans Böckler, un centro de estudios cercano a los sindicatos, criticó estos "minijobs" al señalar que "a largo plazo generan un estrato de población condenado a vivir con poco, ya que su jubilación también será muy baja". Según Schietinger, estas formas de trabajo deberían hacerse menos atractivas, "porque son simples instrumentos para el «dumping» salarial".
No hay dudas de que al milagro alemán también le queda un lado oscuro. Primero, la imposibilidad endémica de llegar a un acuerdo acerca del salario mínimo. Segundo, la parálisis de los sueldos, que siguen siendo bajos comparados con el resto de la Europa sana y que se mantuvieron congelados durante años. Además, sólo el 2% de las mujeres ocupan posiciones de mando, es decir, un nivel inferior no sólo al norte sino también al sur de Europa, y a la par de la India.
Por último, la distribución del empleo sigue siendo muy dispar entre el este y el oeste del país, y el caso de Berlín es emblemático: aquí la tasa de desempleo es del 12 al 13%.
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