Por Rosendo Fraga | Para LA NACION
El domingo, la Argentina vive una elección que se percibe como definida, sin que exista interrogante sobre quien gobernará la Argentina los próximos cuatro años. El mismo día, tiene lugar una Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de Europa, que puede ser decisiva para el escenario económico mundial del futuro.
El surgimiento de China como potencia global y el nuevo paradigma por el cual los emergentes van sustituyendo al G7 como eje de la economía mundial son las causas reales de la crisis europea. Tres décadas atrás, el modelo de bienestar europeo parecía la mejor expresión de conciliación entre el capitalismo y el progreso social armónico. EE.UU. y Japón tenían mejores niveles de productividad con más horas de trabajo, pero era discutible si finalmente era más eficaz el modelo europeo de capitalismo que el norteamericano o el japonés. El régimen comunista de producción, común entonces tanto a la URSS como a China, era decididamente menos eficaz que el capitalismo, tanto en lo económico como en lo social y político. Pero cuando Europa debió entrar a competir con los salarios de China e India, surgió la inviabilidad del modelo europeo en la perspectiva de largo plazo. Es que el estado de bienestar europeo se tornó inevitable frente a esta competencia, acentuada por la globalización. A ello se sumó la revalorización de los recursos naturales como factor determinante de la economía. Europa no es rica en esta materia y esto aumentó su debilidad relativa frente a un mundo globalizado, en el cual se compite con salarios más bajos y con precios crecientes de las materias primas. En el pasado, los países europeos sortearon una encrucijada similar, a la cual enfrentaron con éxito mediante el colonialismo, que los proveyó de materias primas baratas y salarios bajos. Pero esta solución es políticamente inviable en el siglo XXI.
La significación de China para Europa se hace evidente con la crisis de la deuda europea. En 2010 China pasó a ser el primer destino de las exportaciones de Alemania, superando a Francia. Ello permitió a la economía alemana crecer en 2011 y eludir el freno que tuvieron varios países del continente, algo que no va suceder en 2012, cuando la primera economía de Europa está previsto que crezca menos del 1%. Este año China ha desplazado a los EEUU como el primer socio comercial de los 27 países de la Unión Europea (UE) en conjunto y es el segundo destino de sus exportaciones. En la Cumbre del G20 realizada en Francia, China junto con las potencias emergentes requirieron a Europa medidas más eficaces -incluyendo mayores ajustes- para evitar la crisis de deuda que afecta al continente. El reclamo europeo para que la potencia asiática revalúe su moneda frente al euro estuvo presente en esta Cumbre, que volvió a alinear por un lado a las cinco potencias BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y por el otro al G7 (EEUU, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá). El primer grupo pidió mayor regulación financiera mundial y que no se regulen las materias primas, lo que divide a los países en desarrollo.
Pero la crisis que afecta a Europa estaba subyacente en términos políticos. Entre 2007 y 2009, referéndums realizados en Francia, Holanda, Irlanda y Dinamarca mostraron que el proyecto europeo había perdido el atractivo que tuvo en el pasado. La Constitución Europea fue rechazada, y la necesaria unanimidad para aprobarla generó una fuerte crisis en el avance hacia la unidad política del continente. La dirigencia, siguiendo el mandato de sus predecesores (Kohl, Mitterand, etc.) avanzaron sin atender las señales. El Tratado de Lisboa fue la estrategia utilizada para sancionar una versión light de la Constitución rechazada y no abandonar el objetivo de la unidad política. Pero al precipitarse la crisis de la deuda se hizo evidente la falta de solidez de la unión política. La generación de Kohl y Mitterand había vivido la Segunda Guerra Mundial y la unidad política coronaba el proyecto para evitar futuros conflictos. En cambio, para las nuevas generaciones que no la vivieron dicho conflicto, el objetivo de la unidad política tiene menor prioridad. Esto es lo que hoy se plantea en la opinión pública alemana, reacia a financiar rescates de países europeos que se nieguen a la austeridad que se impuso el propio país. La Cumbre de la OTAN realizada en Bruselas la semana pasada mostró también las limitaciones que hoy enfrenta el proyecto europeo. La operación en Afganistán genera crecientes resistencias. La realizada recientemente en Libia puso en evidencia diferencias políticas importantes entre Francia y Gran Bretaña por un lado, que lideraron la intervención militar, y Alemania por el otro, que rechazó participar. Por su parte, EE.UU. afirmó que los integrantes europeos de la alianza deben hacerse cargo de mayor responsabilidad, al llevarse a cabo una reducción del gasto militar estadounidense, algo que no resulta fácil dada la crisis que vive la economía de Europa. Las tensiones que han reaparecido en los Balcanes (Serbia, Kosovo, Bosnia-Herzegovina) muestran que hay temas a resolver en el propio continente.
En este marco, la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno que se realiza el domingo 23 adquiere importancia no sólo económica sino también política. La afirmación de Merkel de que esta Cumbre no dará una solución definitiva a la crisis surgida en Grecia -que se proyecta al continente- hizo retroceder a los mercados, que habían apostado sin fundamento a una resolución definitiva que en términos reales no es posible en pocos días, pese al acuerdo Berlín-Paris para ampliar el fondo de rescate. La decisión de último momento de Eslovaquia de aprobar dicha ampliación, permite a la Cumbre avanzar en esta línea. Pero no parece clara la cohesión de los principales líderes da la UE para definir un plan concreto, aunque hayan acordado rescatar los bancos en peligro, sobre todo si se produce una reprogramación de la deuda de Grecia, como ya admiten funcionarios alemanes. Mientras tanto, las calificadoras de riesgo van modificando calificaciones de países y empresas en forma negativa y las protestas sociales de todo tipo (indignados, huelgas, etc.) van en aumento en las principales ciudades.
En conclusión: el surgimiento de China como potencia global y la revalorización de las materias primas han tornado inviable el modelo de bienestar europeo de posguerra; la significación de la potencia asiática para Europa se ha hecho evidente con la crisis de la deuda; ya el rechazo a la Constitución europea en los referéndums realizados tres años atrás mostraron el debilitamiento del ideal europeo en las nuevas generaciones y la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la UE que se realiza el 23 puede dar pasos en dirección a resolver la crisis de la deuda, pero todavía no terminar con el problema en forma definitiva como dijo Merkel
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