viernes, 19 de agosto de 2011

Cómo afecta a la Argentina la devaluación del real

Por Jorge Oviedo | LA NACION
La caída de la cotización del real frente al dólar atemoriza, tal vez, porque recuerda a la violenta caída de la cotización aplicada en 1999 por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso y que terminó contribuyendo en gran medida a la catástrofe de la convertibilidad.

Entonces, la devaluación fue seguida de un fuerte plan de ajuste, que redujo la demanda brasileña todavía más allá.

No es esa la situación ahora, aunque tal vez tenga similitudes.

Brasil está luchando por evitar un recalentamiento de su economía y por eso condujo a una limitación del gasto. Eso puede disminuir la demanda sobre la industria local, fuertemente dependiente de las ventas al principal socio comercial del país.

Dilma Roussef además lanzó planes de aliento fiscal a numerosos sectores industriales, lo que significa un modo de mejorarles el tipo de cambio, sin devaluar. Es decir, por exportar, se les reducen los impuestos, lo que los hace más competitivos. Tiene el efecto de una devaluación y, como lo han señalado algunos consultores, como Ricardo Delgado, benefician a sectores que exportan mucho a la Argentina. La industria local puede enfrentar más competencia, además de menor demanda.

Y por otro lado, tal vez más importante que la devaluación, es la disminución del ritmo de crecimiento del mayor socio del Mercosur. La demanda brasileña suele estar más influenciada por el nivel de crecimiento que por las diferencias cambiarias.

Cuando el gigante Brasil crece, compra todo. No es independiente del tipo de cambio, pero influye más el fuerte crecimiento.

Y cuando el mismo gigante no crece o crece poco tiene unos saldos exportables capaces de complicar a cualquiera.

No hay hoy en Brasil una gran devaluación, ni un fortísimo ajuste recesivo ni un mega plan para subsidiar exportaciones y restringir importaciones, incluso a y desde la Argentina, pero hay un poco de todo eso.

Para colmo, algunas cuestiones locales no ayudan. Por ejemplo, la alta inflación con un dólar quieto resta competividad a las exportaciones. Compensar con una devaluación del peso que iguale a la inflación parece complicado, porque con los actuales niveles de demanda, difícilmente no habría un paso muy rápido a los precios, creando un círculo vicioso.

Para tener más espaldas fiscales y desalentar efectos inflacionarios el Gobierno podría tratar de disminuir gastos de fuerte crecimiento, como por ejemplo los aplicados a subsidiar los servicios públicos. Pero con una menor demanda de Brasil, sería difícil subir las tarifas a muchas industrias, lo que sería equivalente a empeorarles todavía más el tipo de cambio en una situación difícil.

De hecho, este invierno no hubo cortes eléctricos de importancia a las industrias porque el país estuvo importando casi un Chocón desde Brasil, que tuvo fuertes excedentes por grandes lluvias en la zona donde tiene represas hidroeléctricas. Entonces vendió muy cara su generación térmica al gobierno argentino, que la entregó subsidiada a todos sus consumidores, pero en especial, a los mayores demandantes, que son fábricas. Reducir ese gasto probablemente llevaría a una menor producción.

También se podría explorar la reducción o eliminación de retenciones a las exportaciones industriales, pero habría que ver cuáles serían los efectos fiscales y también en los precios internos.

No parece haber, de momento, un shock negativo, como el que ocurrió en 2008 y 2009 con la parálisis del comercio internacional tras la caída de Lehman Brothers. Pero el escenario parece menos cómodo para la Argentina que a fines de 2010. Además, la situación fiscal y de reservas del Banco Centrales también menos holgada y deja menos instrumentos para responder.

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