domingo, 4 de abril de 2010

En economía no hay milagros.

La crisis internacional generó una desaceleración del ritmo de crecimiento de la economía mundial entre 2005-2007 y 2009 levemente superior a seis puntos del PBI, afectando, a diferencia de lo que se suele afirmar, de manera similar a países desarrollados y al mundo en desarrollo. El rango va desde 3,6 puntos en Asia en desarrollo hasta más de 11 de caída en Europa Central y Oriental. En América latina, la desaceleración fue de siete puntos.

Problemas de liquidez y solvencia son una de las consecuencias de esta crisis, ya sea del sector privado o del público, en varios países. En la región, los casos extremos de solvencia fiscal han sido Venezuela, que debió en plena crisis reducir el gasto público en más de un punto del producto, y Chile, que pudo incrementarlo en más de dos puntos. Utilizando una visión esquemática e ideológica de estas cifras, alguien podría afirmar que el gobierno de Venezuela se ha convertido al neoliberalismo, mientras que el de Chile es el más fiel seguidor de Keynes. Sin embargo, que yo sepa, ni el presidente Chávez es un neoliberal; ni el gobierno de Chile, el más fiel seguidor de Keynes. La verdadera explicación es que el gobierno de Venezuela gastó en exceso durante los años de las vacas gordas y cuando llegó la crisis no tenía recursos ni acceso al mercado de crédito, por lo que no tuvo otro remedio que reducir el gasto; a diferencia de ello, Chile ahorró alrededor del 80% del excedente generado por el aumento del precio del cobre, por lo que no tuvo dificultades en incrementar el gasto utilizando esos recursos.

La Argentina, que no ahorró durante el auge, también tuvo problemas de solvencia hace poco más de un año. Para "resolver" el problema decidió nacionalizar los recursos del sistema de pensiones privado y, más tarde, utilizar las reservas del Banco Central, para poder seguir aumentando el gasto. Este es el verdadero problema, más que el uso de las reservas.

Hay varios casos similares. El más famoso en estos días es el de Grecia, país en que la crisis dejó al descubierto un déficit fiscal de más de 12% del producto y una deuda de alrededor de 120% del producto. Estas cifras son el resultado de un manejo irresponsable de las cuentas públicas, financiado por el acceso al mercado de crédito internacional a partir de convertirse en miembro de la zona euro en 2001. A ello le agregó estadísticas falsas sobre el monto de la deuda y del déficit. En la Argentina ya utilizamos las dos "herramientas": un exceso de endeudamiento durante los 90 y estadísticas dudosas en los últimos años.

La situación de Grecia ha generado una discusión similar a la que se dio a comienzos de la década de 2000 acerca de cuál debía ser la actitud respecto de los países con problemas de solvencia: rescate como en México y Corea del Sur o reestructuración de la deuda. El riesgo de la alternativa de reestructuración es que la incertidumbre contagie a otros países deudores. La discusión con Grecia es similar, pero con un agregado: si no se la auxiliara, el contagio podría alcanzar a otros países de mayor tamaño de la zona euro, con lo que el costo terminaría siendo mayor si se tratara de socorrer a alguno de ellos en caso de crisis. Si no hubiera asistencia para ningún país, se podría llegar a que algunos de ellos tendrían que abandonar el euro y, con ello, terminar con la experiencia de la moneda común. No hay señales de que se pueda llegar a ese extremo, aunque la exigencia de Alemania de que Grecia reduzca su déficit fiscal en 10 puntos del producto en tres años es un despropósito, al igual que la decisión de que la tasa del crédito sea muy elevada. La consecuencia podría ser una gran incertidumbre en los próximos meses.

También hay propuestas para reducir el déficit fiscal en otros países desarrollados. Sin duda, factores ideológicos explican la actitud de los sectores más conservadores de Estados Unidos cuando piden una rápida reducción del déficit, o cuando el gobierno de Alemania insiste en disminuir el déficit fiscal de Europa en poco tiempo. Agregaría que esa posición ideológica implica un mal análisis económico en esta coyuntura: ni EE.UU. ni Alemania tienen dificultades de acceso al crédito y éste no parece el momento adecuado para reducir los estímulos fiscales. Pero, obviamente ésta no es una opción para Grecia ni para otros países en situación similar.

En síntesis, no debiéramos concluir que Chávez, Papandreu, Zapatero, Sócrates y otros jefes de gobierno de países chicos de Europa, que también intentan reducir el déficit, en algún caso sin las urgencias de Grecia, se han convertido al neoliberalismo; pareciera más bien que sus políticas son el resultado de la falta de financiamiento o del riesgo de que su costo aumente exageradamente.
Columnista invitadoNeoliberalismo o la dura realidad

José Luis Machinea

lanacion.com | Economía | Domingo 4 de abril de 2010

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