Nada de eso es favorable al fortalecimiento institucional del país. Existe una "inercia de la impunidad" con una doble cara: por un lado, la de los hechos que, habiendo fracturado reglas ordinarias del sistema legal, concluyen su recorrido sin sanción alguna; por el otro, la de las sociedades que dejan lentamente el hábito natural de escandalizarse y se acostumbran a vivir en una amoralidad en la que se prescinde de la voluntad de distinguir entre el bien y el mal.
La raíz de ese fenómeno podrá radicar en múltiples razones, pero ninguna es más clara que la de las fallas de la Justicia a partir del momento en que entrega su independencia para dejarse dominar por intereses político-coyunturales. Desde el momento en que ella deja de emitir datos convincentes de respeto a normas e instituciones, se producen efectos nefastos de orden general. Ello perturba el sistema institucional y paraliza la planificación del crecimiento de cualquier empresa o nación.
La alteración de la escala de valores del orden natural de las cosas es así inevitable: todo se revierte cuando reina la impunidad y los ejemplos palmarios pasan a ser justamente los de quienes han sabido evadir la justicia y la condena social.
La democracia está conformada por instituciones políticas y judiciales representativas de la voluntad popular debidamente expresada. El pueblo retiene su carácter soberano y faculta a los gobernantes a gobernar con la obligación de rendir cuentas de manera oportuna. Eso se logra con la publicidad de los actos de gobierno. Por eso la responsabilidad ciudadana está lejos de agotarse con la emisión periódica del voto en comicios libres y limpios. Esa misma responsabilidad debe suponer un seguimiento cotidiano de la calidad de gestión en la administración de los negocios públicos.
Sólo de esa manera los ciudadanos se hallarán en condiciones de opinar sobre los actos de gobierno y la conducta de los gobernantes; en suma, de intervenir en la activación de un patrón razonable de premios y castigos. Si la ciudadanía participa de un control efectivo sobre los funcionarios de todos los niveles de gobierno -ejecutivo, legislativo y judicial, tanto en los ámbitos nacional, provincial como municipal-, se neutralizará el riesgo de que la política se reduzca al mero dominio del más fuerte.
Así como existe una retroalimentación positiva entre factores capaces de acelerar la espiral del progreso, también existen elementos que se potencian entre sí para inducir a la involución de una sociedad.
El acostumbramiento a la impunidad, la conducta de una Justicia que declina responsabilidades y, como consecuencia, el escepticismo y el desinterés social por las cuestiones públicas corrompen los fundamentos básicos de la democracia republicana. Se degradan las formas y el fondo del sistema; crujen las instituciones y el ciudadano común termina por sentir vulnerados sus derechos. Es difícil que capitales y empresas quieran invertir en un ámbito de incertidumbre e inseguridad generalizado. Así se destruye la posibilidad de crear empleo y de mejorar el bienestar general de la población.
Nadie puede esperar una democracia justa, duradera y sólida sin controles de rango constitucional, y no habrá controles de esa naturaleza sin una Justicia independiente y ciudadanos, partidos y organizaciones intermedias de la sociedad interesados en la evolución del país.
Es, pues, imperioso que la Justicia recuerde la obligación de asegurar la observancia de las normas legales en vigor y renueve en todos sus cuadros el compromiso con la independencia y la imparcialidad de opinión. Si es necesario, deberá contribuir a la remoción de quienes desde sus filas conspiren contra los elevados objetivos de su misión.
Por su parte, la ciudadanía debe sacudirse el letargo que suscita en su ánimo tanto la impunidad como la injusticia, y demandar de jueces y funcionarios el cumplimiento de las obligaciones a las que están llamados.
Editorial ILa impunidad y su inercia
El acostumbramiento a la falta de Justicia genera pasividad, premia el delito y corrompe los fundamentos democráticos
lanacion.com | Opinión | Lunes 2 de noviembre de 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario