domingo, 9 de agosto de 2009

¿Por qué escandaliza la Argentina?

Porque, siendo una nación riquísima en recursos naturales y humanos, se ha venido llenando de pobres cada año más. Aquí podríamos apelar al concepto de "desarrollo" que nos ofreció en su momento el ilustre economista Julio Olivera. Se acostumbra medir el desarrollo económico y social de un país según sea el nivel de su producto por habitante. Esta definición es defectuosa según Olivera porque no incluye el desarrollo "potencial" de ese país. Etiopía es un país pobre por su bajísimo producto por habitante. Pero a lo mejor Etiopía, dada su ancestral pobreza, no podía dar mucho más de lo que dio. Este no es el caso de la Argentina, que en su primer centenario figuraba entre los diez países más ricos del planeta. En las últimas décadas fue descendiendo, empero, hasta llegar al lugar número sesenta y ocho que ocupa ahora, mientras que Chile, tradicionalmente "pobre", ya figura entre las treinta naciones más ricas. ¿Hemos estado entonces a la altura de nuestro "desarrollo potencial"? El desarrollo debiera medirse, de acuerdo con Olivera, no tanto por las cifras económicas y sociales que en la actualidad exhibe un país, sino por la distancia entre lo que es y lo que tendría que ser. Desde esta perspectiva se llega a la sombría conclusión de que la Argentina no es más sino menos desarrollada que la infortunada Etiopía. Este es el "escándalo" que acaba de denunciar el Papa en su último mensaje.

Quizás ha llegado el momento de preguntarse qué es el desarrollo económico. Cada país produce una masa de bienes y servicios. Parte de esta riqueza se la lleva el consumo. Pero queda un sobrante. Según emplee este sobrante, así le irá a un país en materia de desarrollo económico. Si loempleaen invertir, el próximo año tendrá más sobrante. Si tiene una conciencia social, parte pero sólo parte de esa suma se encaminará hacia la distribución en beneficio de los más necesitados. Este es el sencillo mecanismo gracias al cual han avanzado los países de punta. Aquí salta a la vista, empero, el craso error económico en el que hemos caído durante las décadas de nuestra declinación y es bueno destacar también que, habiendo pensado en la distribución no ya como en un "complemento" de la inversión sino como un "sustituto" de ella, los argentinos hemos perdido de vista el tren del progreso.

Este error conceptual, que el kirchnerismo ha exagerado hasta llevarlo al absurdo, también ha afectado al no kirchnerismo en las décadas anteriores. El error de fondo reside en el uso arbitrario de la palabra redistribución porque "redistribuir" implica suponer que alguien distribuyó "antes", en su propio beneficio, y que esto es lo que hay que redistribuir. A veces, es verdad, esa "distribución" anterior provino de abusos y privilegios que es preciso rectificar. Pero otras veces se ha debido a la capacidad creativa que demostraron los innovadores. ¿A quiénes les quitó Bill Gates su fortuna? ¿Quién le distribuyó lo que ha ganado?

Max Weber llegó a la conclusión de que el avance de los países de punta se debe a dos factores concurrentes que son, de un lado, un empresariado competitivo, y, del otro, una burocracia profesional y honesta que procura ponerle un techo, aunque sin paralizarlo, en beneficio de los que están peor. Si se desconoce esta dualidad del desarrollo, se cae, en un extremo, en la concentración abusiva del capital en beneficio de una oligarquía, que es la tentación de la derecha o, en el otro, en la distribución excesiva que enerva el proceso del desarrollo y estimula la huida de los capitales, que es la tentación de la izquierda.

Por décadas, nuestros partidos políticos se han inclinado por esta última distorsión. Con los Kirchner, ella se ha entronizado con el agravante de que su retórico "redistribucionismo" no culminó en una auténtica distribución, sino en una concentración solapada en beneficio de los gobernantes y sus amigos. Pero el error "redistribucionista", que los Kirchner han exagerado en beneficio propio, no les pertenece solamente a ellos sino también a amplias capas de nuestra sociedad. Es la refutación de este error, es su superación en pos de un fértil equilibrio entre la inversión y la distribución lo que ha atraído la lluvia de inversiones que hoy se derrama sobre países latinoamericanos como Brasil, Chile, Uruguay, Perú y Colombia. No esperamos que los Kirchner se conviertan a esta visión del progreso de las naciones, pero deberíamos procurar al menos que ella se pose sobre los opositores que aún conservan una aspiración honesta al desarrollo, para que eviten a tiempo el persistente y difundido error que ha colocado a la Argentina cada vez más atrás en la larga lista de las naciones y que ha contribuido también, aunque a veces por una convicción más inocente que mal intencionada, a acercarla peligrosamente al círculo dantesco de las naciones fallidas.
¿Por qué la pobreza en la Argentina es un "escándalo"?

Por Mariano Grondona

lanacion.com | Opinión | Domingo 9 de agosto de 2009

No hay comentarios: