De un modo u otro, y mucho más allá de los ocasionales intereses políticos que puedan estar siendo afectados, es evidente que la advertencia papal ha puesto a todos los sectores de la comunidad nacional, sin distinciones, ante una realidad cruda y dolorosa que de ninguna manera puede ser desconocida o ignorada.
Desde el campo de la Iglesia argentina se venían formulando desde hace ya bastante tiempo severas reflexiones sobre el crecimiento de las situaciones de indigencia, pobreza extrema y de los signos de malestar social que registra hoy la realidad nacional. Y esos señalamientos contradijeron a menudo la visión notoriamente falaz que surgía de los datos y guarismos proporcionados por los organismos oficiales. En el caso extremo del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), esa violenta contradicción entre los hechos de la realidad profunda y los datos y constancias que se pretenden exhibir a menudo desde los índices y documentos oficiales alcanzó, como es sobradamente conocido, su expresión más ruda e insostenible.
Ya el 14 de marzo último, el cardenal Jorge Bergoglio se refirió en Roma a las dimensiones extremadamente severas que están alcanzando hoy en nuestro país el "escándalo de la pobreza" y los índices de "exclusión social". Bergoglio atribuyó esos males, en gran medida, a la profunda crisis de valores culturales que, a su juicio, padece actualmente la sociedad argentina. La coincidencia entre las expresiones usadas en aquel momento por el cardenal y la que en estos días ha utilizado el Sumo Pontífice es más que evidente y subraya una fuerte unidad de pensamiento.
Debe recordarse también que hace pocas semanas el presidente de la Comisión de Pastoral Social de la Conferencia Episcopal Argentina, monseñor Jorge Casaretto, afirmó que la pobreza aumentó dolorosamente en el país y afecta hoy a un 40 por ciento aproximadamente de la población. Las manipuladas estadísticas oficiales del Gobierno aseguran, entre tanto, en medio de la incredulidad general, que el índice de pobreza ronda apenas el 15 por ciento.
El severo mensaje papal difundido en estos días ha coincidido en el tiempo con hechos y situaciones vitales íntimamente ligados a la emoción religiosa argentina y de clara proyección social, como son la exteriorización del culto a San Cayetano y la preparación de la colecta Más por Menos, que todos los años moviliza la solidaridad y el espíritu fraterno de buena parte de la población. Pero mucho más allá de lo específicamente religioso, el país y cada uno de nosotros como ciudadanos debemos necesariamente asumir una actitud de abierto compromiso con la recomendación que surge de los pronunciamientos alentados desde la Santa Sede. Que la pobreza es un inadmisible escándalo y que la inequidad social constituye una realidad desgarradora e inocultable son evidencias que cualquiera de nosotros puede constatar diariamente.
Editorial IReducir el dolor y la pobreza
La advertencia papal ha puesto a todos los sectores de la comunidad nacional ante una realidad que no puede ser ignorada
lanacion.com | Opinión | Domingo 9 de agosto de 2009
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