lunes, 27 de abril de 2009

¿Qué nos está pasando cómo sociedad?

La otra noche, en Valentín Alsina, se nos ofreció un muestrario bastante completo de la "barbarie" que nos cerca: primero, el intento de robo e inmediatamente después los nueve disparos sobre Daniel Capristo (¿por qué tanta saña, por qué esa insistencia casi pasional?); a los pocos segundos, los vecinos capturan al chico asesino y lo reducen a golpes; poco más tarde, esos mismos vecinos, junto con otros, le propinan una paliza tremenda al fiscal Enrique Lázzari.

Pero tampoco fue suficiente ese castigo, porque el siguiente paso consistió en romperle todos los vidrios al patrullero de la policía. Fue así como, durante largos minutos, la televisión -por momentos tan ubicua- registró una larga secuencia violenta, describiendo lo que yo llamaría la civilización dañada.

Y ahora presentemos la pregunta ingenua, legítima, histórica, y reproduzcamos las respuestas habituales: ¿por qué pasan estas cosas? Porque la gente ha llegado al límite de la tolerancia. Porque no parece haber autoridad que se haga cargo. Porque nunca la hubo. Porque en la Argentina no existen verdaderas políticas de Estado. Porque la educación ha fracasado hasta un punto casi irreparable. Porque los comisarios son corruptos. Porque la Justicia procede de manera ambigua. Porque la droga circula con gran facilidad. Porque alguien provee de un arma a un chico y lo manda a delinquir. Hay más respuestas habituales y todas y cada una de ellas son respuestas hipotéticas, revisables, discutibles, acertadas en parte, erróneas en igual medida, parciales en todo caso, pero no desatendibles.

Casi siempre faltan, sin embargo, otras hipótesis tendientes a explicar lo que nos pasa y, a partir de ellas, quizá, contribuir al esbozo de una solución. Casi siempre se omite, por ejemplo, la dimensión comparativa del problema, que nos llevaría a preguntarnos cuál es la situación de inseguridad en otras grandes ciudades del mundo y de qué modo en cada lugar tratan de solucionar el problema.

Tampoco se observa demasiado el tipo de cultura dentro de la cual nos movemos, una cultura que propone a gritos la facilidad ilusoria del consumo, y nos ha hecho creer que es fácil acceder a la riqueza y que nada en el mundo nos obliga a controlar nuestra codicia y a limar nuestras ambiciones, porque esos anhelos y actitudes son cosas naturales, fuera de toda cuestión.

Hoy, como nunca antes en la historia de la humanidad, se vive en la sociedad del deseo, en la sociedad donde se compite hasta la destrucción del adversario y donde se premian o aclaman los ardides menos éticos. Pero, naturalmente, este análisis no aporta soluciones inmediatas y es básicamente incómodo, porque no separa claramente a los buenos de los malos, a los amigos de los enemigos ni a los pobres de los ricos; y es más sencillo, sin duda, recurrir a actitudes polarizadas y sin mayores matices.
Por qué un adolescente es capaz de matar a quemarropaCalles peligrosas

Rodolfo Rabanal

lanacion.com | Opinión | Lunes 27 de abril de 2009

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