sábado, 17 de enero de 2009

Obama no cuenta con mucho tiempo para probar que el Estado puede mejorar la vida de los ciudadanos.

Cuando Barack asuma como 44º presidente de los Estados Unidos, el martes 20, necesitará de toda su imaginación y todo su talento para remontar la peor herencia que haya recibido un gobernante en su país, desde que el inepto Herbert C. Hoover fue desalojado de la Casa Blanca por Franklin D. Roosevelt, en 1933. No debe extrañar, entonces, que Obama estudie con atención los primeros movimientos de Roosevelt, quien se rodeó de asesores brillantes y logró revertir los desastres de la era conservadora. La miseria quedó mucho tiempo flotando en el aire, pero hasta las más castigadas víctimas de la Gran Depresión afrontaron los malos tiempos con esperanza.

Los consejeros del nuevo gobierno sugirieron a Obama que, como Roosevelt, se ponga en contacto directo con el pueblo norteamericano para que la enorme expectativa que despertó su campaña no se apague cuando quede claro que su carisma es insuficiente para doblegar la realidad. Sin ese fuego, las cenizas que ha dejado la administración anterior podrían asfixiarlo.

Cuando George W. Bush asumió, el presupuesto nacional mostraba un considerable superávit. El sucesor de Bill Clinton gastó 3 billones de dólares en una guerra basada sobre mentiras. Las más altas voces del gobierno justificaron la tortura y la invasión de la privacidad para proteger al país de enemigos inalcanzables. Bush hizo aportes tan irreversibles como brutales al calentamiento global y a la dependencia del petróleo. Al marcharse, deja 46 millones de personas sin seguro de salud. Y una crisis financiera que, según declaró alegremente el vicepresidente Dick Cheney, "nadie vio venir" y cuyas consecuencias afectarán al mundo entero quién sabe por cuánto tiempo.

Revitalizar la economía, el primer punto de la agenda de Obama, se ha convertido en un asunto tan excluyente que hasta le ha permitido postergar su opinión sobre lo que sucede en Gaza. Por ahora, a los norteamericanos sólo los apremia saber cómo fue posible que, en sólo dos meses - octubre y noviembre-, se evaporara casi un millón de puestos de trabajo. Quieren saber, sobre todo, qué hará el nuevo presidente para que cese el incesante drenaje laboral, el más pronunciado desde la Segunda Guerra.

Mi hija menor, que se gradúa dentro de cuatro meses en una universidad del estado de Nueva York, me ha contado que esta vez no habrá, como solía suceder cada fin de ciclo, una feria de empresas interesadas en atraer a los jóvenes profesionales. El 7,2 por ciento de desempleo es una cifra que los norteamericanos no imaginaban hace dos años, cuando era del 4,4 por ciento. Más de 11 millones de personas están en la calle y si a ellos se sumaran los derrotados que ya se han cansado de golpear puertas y los 3,4 millones que aceptaron un trabajo de medio tiempo aunque necesitan uno de tiempo completo, el porcentaje de desocupación llegaría al 13,5.

La industria manufacturera, la más afectada, canceló 800.000 empleos el año pasado; la siguió la construcción, con 630,000 despidos. "Conozco a dos editores que han perdido sus puestos en los últimos días y hay sellos que reducirán su personal a lo imprescindible", me comentó un agente literario. Sólo en noviembre y diciembre, 67.000 vendedores quedaron en la calle por las drásticas reducciones del consumo, incluso durante las Fiestas. "Cortamos costos y revaluamos nuestros presupuestos en todas las áreas", apunta Donna Finley, una agente de viajes de 57 años con dos hijos en la universidad.

"Comenzamos este año nuevo en medio de una crisis económica como nunca vimos en nuestra vida", dijo Obama en una de sus intervenciones en busca del apoyo popular. Tuvo entonces la franqueza de advertir que será difícil evitar, pese a todo, que el desempleo roce los dos dígitos a fines de 2009. Antes de asumir comenzó a trabajar con su equipo económico y representantes de ambos partidos "en un Plan de Recuperación y Reinversión, que decidirá grandes capitalizaciones para revivir la economía y sentar bases sólidas para el crecimiento".

Medio millón de trabajos para energía renovable. Cuatrocientos mil para reparar la tercera parte de las grandes rutas, que están en malas condiciones. Cientos de miles para digitalizar los registros médicos y otros tantos para reequipar las escuelas públicas. Un crédito sobre impuestos de mil dólares para el 95 por ciento de las familias trabajadoras.
Obama frente a la peor herencia para un presidente norteamericanoLa hora de la verdad

Tomás Eloy Martínez

lanacion.com | Opinión | S?do 17 de enero de 2009

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