La violencia juvenil ha venido generando respuestas traducidas en modos de obrar heterogéneos en los diversos escenarios donde se ha presentado. Los logros han sido insuficientes, pero demostraron la necesidad de afrontar el problema a través de una acción coordinada del personal de seguridad, los jueces, el trabajo educativo y terapéutico, las políticas de empleo y el aporte de las ONG.
Un reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), titulado "El desempleo y la frustración de expectativas exacerban la violencia juvenil", presenta estadísticas de 16 países de la región, entre los años 2004 y 2005, que revelan la dimensión del problema en la franja de edades comprendida entre los l5 y 29 años. Para ello, se han considerado las cifras de homicidios, suicidios y accidentes en el transporte terrestre en los cuales han sido jóvenes las víctimas o los victimarios.
Considerando sólo los datos referidos a los varones, nuestro país ocupa el 10º lugar en cuanto a homicidios (17 por cada 100.000 habitantes), lejos de la criminalidad de El Salvador, Colombia y Venezuela. En lo concerniente a suicidios, la cifra del país es de 19 por cada 100.000, superada sólo por Chile y Uruguay. Por último, en los decesos por accidentes de tránsito, la cifra es de 16 por cada 100.000 habitantes. Las cifras registradas con relación a las mujeres son bajas y, felizmente, menos inquietantes.
Las circunstancias que la Cepal estima como agravantes de las formas de agresividad están vinculadas con la deserción de la enseñanza, la segregación urbana, la desigualdad de oportunidades, el desempleo y la falta de espacios de expresión juvenil. En esos aspectos hay mucho por hacer en América latina.
El informe hace notar que en todos los países de América latina hay leyes protectoras de la minoridad. Sin embargo, no basta con el enunciado normativo. Las políticas preventivas deben adecuarse a las causas locales de la violencia para su erradicación y a preparar el futuro laboral de los jóvenes a través de la formación educativa.
No podemos olvidar que la adolescencia es la etapa por excelencia marcada por los contrastes y la rebeldía. Para un desarrollo más o menos armónico y alejado de la violencia social, la relación con la familia sigue siendo uno de los pilares irrenunciables, como lo mostró un estudio hecho para el programa Vivamos Responsablemente, una iniciativa de Cervecería y Maltería Quilmes, que reunió las experiencias y reflexiones de los especialistas Miguel Espeche, Alejandro Rozitchner y Sergio Berensztein, en un trabajo titulado "El desafío adolescente: una mirada positiva, confiada y entusiasta".
Entre las conclusiones de ese trabajo está el hecho de que enseñar y transmitir valores positivos desde la experiencia propia, sin caer en dogmatismos, es importante cuando se quieren prevenir los riesgos, los abusos y las adicciones.
Editorial IIViolencia juvenil
Para un desarrollo armónico de los jóvenes, la relación con la familia debe seguir siendo un pilar irrenunciable
lanacion.com | Opinión | Domingo 25 de enero de 2009
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