martes, 4 de noviembre de 2008

La frecuencia de accidentes de tránsito que causan lesiones o muertes creció el 50 por ciento en los últimos nueve años en nuestro país.

Lamentablemente, días atrás, cuando en un accidente de tránsito en pleno Barrio Norte perdieron la vida tres jóvenes y dos más resultaron heridos, otra vez este tema volvió a ocupar la atención de la opinión pública y a recordarnos a todos que, si bien se sancionó la ley de tránsito en marzo de este año, aún no ha sido reglamentada, y tampoco se ha logrado la adhesión de ninguna provincia.

Ahora bien, como se dijo en el encuentro ya mencionado, para revertir las altas tasas de mortalidad en accidentes de tránsito "primero hay que despertar a la sociedad y generarle conciencia de que hay un problema que resolver". Es evidente que ello no ha ocurrido todavía. Según la Asociación Argentina de Compañías de Seguros (AACS), sobre la base de los últimos datos de la Superintendencia de Seguros de la Nación (SSN) disponibles a julio de 2007 y de información propia, en la Argentina ocurren 608 siniestros de tránsito con daños a personas por día, 25 por hora, y hay un lesionado cada 2,3 minutos. El análisis por regiones muestra que en la ciudad de Buenos Aires se pasó de 25.132 casos a 43.008 también en los últimos nueve años; en la provincia de Buenos Aires, se trepó de 53.405 a 94.008, y en el resto del país el crecimiento fue aún mayor, ya que la cifra subió de 40.546 a 84.914.

No sólo ocurren más siniestros de tránsito sino que también resultan mucho más graves; un estudio elaborado por la asociación civil ALPI, con larguísima trayectoria en el tratamiento y rehabilitación de personas con discapacidades, estima que los accidentes viales originan 15.000 nuevos discapacitados por año. Según el estudio, "por cada muerte en un accidente de tránsito, dos personas quedan con secuelas graves, que no les permiten continuar con su vida laboral y social, en tanto cuatro sufren secuelas moderadas".

El problema de los accidentes de tránsito es de una gravedad tal que no se justifica la falta de conciencia y de reacción de nuestra comunidad. En casos como éste, el ejemplo de lo que ocurre en otras partes del mundo puede, efectivamente, ayudarnos a reflexionar.

Así, en España, que tenía un índice de mortalidad muy alto por esta misma razón, se logró una drástica reducción de la cantidad de víctimas en accidentes de tránsito centrándose en el cambio de comportamiento de los conductores. Se fue más allá de los spots publicitarios y se logró que el problema se convirtiera en una realidad tangible para todos los miembros de esa comunidad. Los elementos fundamentales de este cambio radicaron en mejorar la seguridad vial con la aplicación de un registro único de conductores por puntos, un registro único de vehículos, un sistema de sanción eficaz, una policía de tránsito prestigiosa y estadísticas fiables de accidentes. Hoy, de acuerdo con datos oficiales del gobierno español, los accidentes de tránsito cayeron notablemente desde la aplicación del nuevo programa de seguridad vial, y se calcula que en los últimos cinco años se salvó la vida de 4507 personas.

Como ya hemos señalado repetidamente, existe una gran contradicción entre los argentinos: por un lado, la preocupación por este tema ocupa un lugar importante en todo sondeo de opinión pública; sin embargo, por otro lado, hay un grado tan alto de incumplimiento de las leyes de tránsito que ya podría hablarse de "enfermedad social".

Por supuesto que la responsabilidad prioritaria es del Estado, pero aun ante la existencia de una ley, que debe ser reglamentada, es indispensable contar con una ciudadanía que comprenda su sentido y esté dispuesta a acatarla. La madurez de una sociedad se demuestra también en la capacidad de obrar por decisión propia y no por imposición externa.

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