Ellos, los norteamericanos de clase media, eran el símbolo de una legendaria movilidad social. Pero estalló la crisis financiera.
Y hoy, lejos de la exuberancia de Nueva York, Chicago o Los Angeles, cerca del corazón de Estados Unidos, la clase media tiembla, se angustia, se mueve. Ya no para arriba sino para abajo.
El crédito desaparece. Los alimentos y el transporte suben. El invierno se acerca y calefaccionar las casas no será barato. Los aranceles universitarios no conocen techo. Los seguros de salud son cada vez más restringidos. Las jubilaciones se reducen. La propiedad de las casas está en peligro. Los diarios dan consejos sobre cómo ahorrar hasta en los disfraces para el Día de Brujas.
Los más de 150.000.000 de norteamericanos que forman parte de la clase media ganan desde 30.000 hasta 100.000 dólares al año, ingresos nada despreciables si uno reside en América latina.
Pero a medida que sus costos engordan, su estilo de vida adelgaza y las oportunidades se desvanecen.
Hoy el ingreso real de esos millones de norteamericanos es, de hecho, menor que cuando comenzó el siglo, según reveló, en agosto, el informe Estado de la Norteamérica Trabajadora, del Instituto de Economía Política. Es la primera vez, desde 1940, que ese ingreso cae y, a medida que lo hace, la distribución de la renta se torna más desigual.
Treinta años atrás, el 10% de los norteamericanos más ricos ganaba 20 veces más que el resto del país. Hoy percibe 77 veces más.
Los muy ricos son cada vez más ricos, mientras que los ingresos de la mayoría de la gente están congelados o caen. El ingreso medio bajó 324 dólares desde 2000. Todo esto, más la crisis, erosiona la estabilidad de la clase media, dijo a LA NACION Lisa Donner, directora del programa contra la pobreza del Centro para el Progreso Norteamericano, desde Washington.
Esa disparidad, más propia de América latina que de Estados Unidos, se refleja en los lujosos edificios de los centros de las ciudades y en las decadentes casas de los barrios pobres. En la pujante riqueza de las grandes metrópolis y en el esfuerzo por sobrevivir a la crisis de las urbes más pequeñas.
Próspera capital de uno de los estados más pobres del país, Birmingham es, a la vez, opulencia y ocaso.
Es abundancia en sus flamantes edificios de empresas de seguros o de biotecnología. Es deterioro en sus construcciones sin terminar, en sus fábricas abandonadas, en sus negocios cerrados por los embargos.
Como en otros estados, ese declive se hace más pronunciado a medida que la ciudad deja paso a las áreas rurales, a medida que la crisis se inmiscuye en la vida diaria de los norteamericanos.
Sólo hace falta salir de las ciudades para darse cuenta de lo que nos sucede. Vas a un hospital público y ves a gente esperando todo el día. La economía está diezmando los trabajos, los beneficios sociales. Tenemos que salvar a la clase media. Nuestro país se construyó sobre la clase media, dijo a LA NACION Douglas Schulke.
De visita en Alabama, Schulke es un veterinario de 71 años que, dentro de su angustia ante la crisis, está feliz. Años atrás, cuando le llegó el momento de pensar en su eventual jubilación, optó por comprar una granja en Iowa en lugar de destinar parte de sus ingresos a un fondo de pensiones.
Hoy el alquiler de esa tierra le permite vivir, en Nuevo México, sin sobresaltos, a diferencia de lo que le sucede a muchos de sus amigos.
Ellos apenas llegan a fin de mes luego de que el descalabro financiero pulverizó casi dos billones de dólares de los fondos de pensión.
La crisis financiera global / El petróleo y el efecto en el interior norteamericanoLa clase media, una especie en vías de extinción en EE.UU.
Símbolo de movilidad social, en muchas ciudades quedó muy golpeada por la crisis
lanacion.com | Exterior | S?do 25 de octubre de 2008
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