jueves, 28 de agosto de 2008

Falta una política de estado que apoye al deporte.

Atrás han quedado el ajetreo y la espectacularidad de los XXIX Juegos Olímpicos de Pekín, privilegiada ventana al mundo de un régimen represivo que se caracteriza por una asfixiante falta de libertad y por las violaciones a los derechos humanos de los disidentes.

En lo que hace al deporte, para la representación de nuestro país el saldo no ha sido tan positivo como hubiese sido deseable, pero esta apreciación no modifica la conclusión expuesta hace más o menos 15 días en esta columna editorial: el país sigue huérfano de políticas de Estado en materia de deportes y, por lo tanto, nada ha cambiado, por lo menos hasta el día de hoy.

Dos medallas doradas en fútbol y en ciclismo, y cuatro de bronce, en judo, hockey sobre césped femenino, básquetbol y yachting pueden llamar a engaño respecto de aquella evaluación. Pero es menester tener presente que, al margen del amor propio de nuestras Leonas, la incomparable actitud de los profesionales del básquet y la habilidad de nuestros futbolistas, también superprofesionales, estas tres actividades mal que bien tienen resueltos sus propios sistemas de formación y sustentamiento.

Las otras tres han logrado llegar al podio olímpico merced a la dedicación y el esfuerzo personales de los respectivos representantes. Salvo contribuciones puntuales y espaciadas, el Estado ha seguido ausente, incluso a pesar de la particular satisfacción de algún funcionario eternamente optimista.

No es suficiente ni mucho menos que el Estado abone los pasajes a Pekín. Tampoco lo es la distribución de becas que suelen llegar tarde, empantanadas en burocráticas ciénagas y tras pertinaces dilaciones. Si se supone que esos aportes -por supuesto, bienvenidos-, son suficientes, no cabe duda de que alguien está equivocándose.

Aquí y en todo el país siguen faltando, como hace quince días y por hacer mención de tan sólo algunas deficiencias, piletas de natación de medidas reglamentarias y aptas para ser utilizadas durante las cuatro estaciones, velódromos, canchas de remo y pistas actualizadas para el atletismo. No hay alicientes ni tampoco incentivos.

Y sigue ausente la voluntad de formar en las actividades físicas a nuestros niños y adolescentes, que algún día podrán engrosar los planteles de alta competición o no, pero seguramente alcanzarán ese ideal de la mente sana en el cuerpo sano del cual ahora carece gran parte de nuestra juventud. Unicamente parecen estar exclusivamente atentos al aprovechamiento interesado de los éxitos deportivos, transitorios y por ende perecederos: ojalá sea apenas un infundio que se haya pensado proponerle una candidatura parlamentaria al ciclista Juan Curuchet.
Editorial IIJuegos Olímpicos: poco ha cambiado
lanacion.com | Opinión | Jueves 28 de agosto de 2008

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