“Nuestra idea era desarrollar la banca on line, cuando no existía ni el Internet Explorer (lanzado a fines del ’95 por Microsoft)”, dice el emprendedor. “Lo más difícil fue generar confianza, porque íbamos a ver a los ejecutivos de los bancos con nuestra propuesta, y la verdad es que éramos tres pibes en un departamento. Empezamos en un living, con dos PC. Y estuvimos un año sin cobrar un peso, viviendo de nuestras indemnizaciones. En los primeros cinco años, pasamos de facturar cero a facturar cinco millones (de pesos o dólares), y de ser 3 a emplear a 90 personas.”
En 1996 desarrollaron la primera aplicación de banca por Internet en América latina para el Deutsche Bank, su primer gran cliente. Era para hacer consultas simples, como saldos y movimientos entre cuentas, en terminales muy parecidas a lo que hoy son los cajeros automáticos, salvo que no se podían hacer extracciones. “Después de eso, sobrevivimos a la burbuja de las puntocom (en abril de 2000, con la caída del índice Nasdaq), pero la crisis de 2001 y 2002 nos hizo retroceder a la casilla dos del ludo –ironiza–. Ahí perdimos casi todo lo que habíamos ganado. No obstante, la crisis nos enseñó que teníamos que reconvertir el negocio.” Así, crearon el software para pagomiscuentas.com, que empezaron a utilizar los principales bancos. “Queda antipático decirlo, pero el corralito nos vino bien, porque al impedir que la gente retirara dinero incentivó el uso de las transacciones electrónicas”, admite. Hoy, la empresa que empezó en un living tiene 150 personas y oficinas en Buenos Aires, Tandil (gracias a un acuerdo con la Universidad Nacional del Centro, de donde provienen sus profesionales), Miami y Madrid. Los principales bancos internacionales y operadoras telefónicas se cuentan entre sus clientes. Ahora, el foco de sus desarrollos está puesto en las transacciones bancarias a través del celular.
No nacieron en un garaje como Microsoft, Apple y el más reciente YouTube (ver recuadro), tal vez porque no hay tantas casas que tengan uno en la Argentina. Pero los casos de empresas como Technisys, que empezaron en una habitación o en el living de un departamento y hoy facturan millones (e incluso exportan sus servicios), no son una rara avis en el mundillo tecnológico.
Sin ir más lejos, los hermanos Fernando y Diego Frenkel fundaron la compañía de software Zoo Logic ( www.zoologic.com.ar ), en 1993, en el departamento de soltero de Diego. Por entonces tenían 26 y 25 años. Fernando se había recibido de licenciado en Economía y trabajaba en la AFIP, y Diego era programador de software independiente. “Surgió la oportunidad de desarrollar un sistema de gestión para un cliente que tenía una casa de ropa. Y ahí nos dimos cuenta de que no había un sistema de gestión estandar para la industria de la indumentaria. Entonces, Diego me propuso desarrollar el software y que yo lo comercializara”, dice Fernando.
Los comienzos fueron realmente modestos. “Era un dos ambientes por escalera en Colegiales; encima, interno. Nunca sabíamos si afuera llovía o el sol rajaba la tierra –dice el ex inspector tributario–. Teníamos una PC para hacer los programas, e invertimos todos nuestros ahorros en una notebook, tan gruesa y pesada que casi había que llevarla en un carrito; con ella yo recorría los negocios del Once buscando clientes.”
Así crearon Lince, la marca de software de gestión que es casi un genérico en la industria textil y de la moda. Hoy tienen 100 empleados y 2500 clientes: desde una boutique en Ramos Mejía hasta la marca Cheeky, con 130 locales en el país y en el exterior. Y dedican un 30 por ciento de sus recursos (humanos y monetarios) a la investigación y el desarrollo en software. ¿Por qué esos nombres de animales? “Es que, cuando empezamos, éramos muy chiquitos, y queríamos vernos como fieras en este negocio”, dice Fernando.
Como en casa
Martín Maslo (hoy 35) creó Resultics ( www.resultics.com ), su empresa de publicidad en buscadores de Internet, junto a su amigo Sergio Schwarzer, cada uno en su casa. Claro que esto fue a principios de 2004 y, gracias a Internet y la banda ancha, era posible trabajar en forma “virtual y remota”. “De todos modos, cuando teníamos un cliente importante lo citábamos en alguna oficina de esas que se alquilan por hora y tienen hasta secretaria y servicio de café”, aclara. Martín había descubierto el “nicho” unos años antes, mientras trabajaba para un grupo de multimedios. El primer cliente fue su papá, que es kinesiólogo y cuyos pacientes habían mermado mucho tras la crisis de 2002. “Las prepagas y las obras sociales no le pagaban, y había que salir a buscar pacientes particulares. Pero mi viejo no quería poner un aviso que lo leyera sólo la gente del barrio que necesitaba sus servicios. Y la publicidad en buscadores se basa en filtrar por zona y palabras clave. Así, cuando alguien busca en Internet información sobre dolor de espalda, en la parte derecha de la pantalla le aparece un aviso del kinesiólogo, que paga según la cantidad de clics que recibe su aviso”.
El consultorio se empezó a llenar otra vez, y el doctor Maslo se convirtió en el mejor propagandista del emprendimiento de su hijo. Así, numerosos profesionales empezaron a publicar sus avisos en la Web. Un año más tarde, en 2005, Martín dejó su trabajo para dedicarse full time a lo suyo. De facturar 12 mil pesos anuales, llegaron a casi 2 millones de dólares en 2007, cuando se transformaron en partner de Google en la Argentina. Hoy tienen más de 60 clientes en la región. La mitad son empresas de la Argentina y el resto, de México, Estados Unidos, Chile, Ecuador y Colombia.
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Del living al mercado global
Empezaron en un departamentito y hoy facturan cifras millonarias exportando desarrollos y servicios informáticos
LANACION.com | Revista | Domingo 27 de abril de 2008
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