Las 500 personas más ricas del mundo tienen más ingresos que los 416 millones de ciudadanos más pobres, según asegura el PNUD, departamento de Naciones Unidas que estudia y vigila el grado de desarrollo humano. Sólo quinientas. Y también que el 10% más rico del planeta atesora más de la mitad de las ganancias del mundo, en tanto que el 40% de la población mundial sólo logra un reducido 5% de los ingresos. Poco para repartir entre demasiados, porque ese porcentaje son 2.500 millones de ciudadanos.
Otros datos esclarecedores. Según la Oficina de Presupuestos del Congreso de los EEUU, los 3 millones de norteamericanos más ricos ganan más que 166 millones de estadounidenses menos afortunados. Durante 2006, en los países de la Unión Europea que comparten el euro como moneda, los beneficios de las empresas fueron nada menos que el 40% del producto interior bruto.
Más curiosidades. En España, los miembros ejecutivos de consejos de administración de grandes empresas ganan 3 millones de euros anuales. Y el ingreso medio de los consejeros no ejecutivos es de 253.000 euros al año por asistir a una media de ocho o nueve reuniones anuales de consejo de administración. Trabajo descansado y bien pagado. Pero en España también, dos de cada diez habitantes malviven por debajo del umbral de la pobreza, según la Encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística. Y cerca del 25% de los asalariados no llega a conseguir siquiera 12.000 euros anuales, cuando en ciudades como Madrid o Barcelona un menú en un restaurante popular oscila entre los ocho y los doce euros.
A eso se le llama desigualdad. Tan mala como la pobreza pura y dura. Por ejemplo, América Latina sólo posee el 4% de la riqueza del mundo, en tanto que EEUU, la Unión Europea, Japón y Australia atesoran el 88%.
Helmut Schmidt, que fuera canciller de Alemania, aseguró hace años que los beneficios de hoy son inversiones de mañana, y empleos pasado mañana. Nada más lejos de la realidad. Desde hace muchos años, lo que sucede es que los responsables de las mayores empresas sólo se preocupan de que el valor de sus acciones suba y suba. Y sucede también que los abultados sueldos de los directivos se disparan. Para los asalariados, moderación es la palabra clave.
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