Lanzó su candidatura presidencial al despuntar enero, con la mitad del país en vacaciones. Confió en que su nombre y trayectoria como un ex ministro de Economía exitoso lo catapultarían automáticamente como la alternativa segura frente al kirchnerismo, máxime desde que selló su alianza con un sector del radicalismo, con estructura partidaria en casi todo el país. Apostó, entonces, a abonar su flamante perfil de candidato con la presentación de proyectos y el diálogo personal con la gente.
Reconoce no ser un personaje carismático, pero creyó que su sobriedad y sus propuestas bastaban para ser la contracara de un kirchnerismo que comenzaba a mostrar algunas fisuras y, al mismo tiempo, del perfil apocalíptico de Elisa Carrió.
Lavagna se apoya en su trayectoria

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