El análisis
lunes, 29 de octubre de 2007
La gente votó el modelo
La Argentina no fue ayer una excepción. Ninguna sociedad cambia su gobierno, por si acaso, cuando la economía crece a un ritmo aún vertiginoso. Esa fue la columna política que protegió a Néstor Kirchner hasta de sus propios errores, y ése fue, también, el sostén más importante para convertir a su esposa, anoche, en presidenta electa del país. Cristina Kirchner ha ganado legítimamente su mandato. Aun cuando las críticas por las demoras y las ausencias de boletas en la votación sean razonables, es cierto también que ningún fraude podría haber forjado la magnitud de su triunfo. En tal sentido, algunos opositores carecieron ayer de la grandeza necesaria para reclamar y reconocer al mismo tiempo. ¿Asignaturas pendientes? Las hay muchas, si bien se mira la propia marcha de la economía, y para la misma sociedad que la votó, quejosa en gran medida por los desbarajustes inflacionarios y por las desgracias de la inseguridad. Aun así, el Presidente ha ganado ayer, a la vez, un plebiscito sobre su gestión. Su esposa nunca hubiera ganado como ganó si hubiera sido sólo la expresión electoral de un gobierno impopular y en retirada. No fue eso. Fue, todo hay que decirlo, la elección peor organizada desde 1983. El ministro del Interior, Aníbal Fernández, comenzó su gestión con la promesa del voto electrónico inmediato, y se va, más de cuatro años después, dejando los comicios más desprolijos de la democracia. La política argentina tiene una rara vocación para convertir en tortura ciudadana hasta lo que debió haber sido un acto de alegría cívica. Otra vez fue la homérica provincia de Buenos Aires la que le dio a Kirchner las mejores satisfacciones electorales. Ese distrito, que agrupa a casi el 40 por ciento del electorado nacional, lo hizo presidente a él y la hizo presidenta, sin segunda vuelta, a su esposa. Con una Buenos Aires menos complaciente, Cristina Kirchner hubiera ganado de igual modo las elecciones, pero quizá no hubiese podido evitar el ballottage. En ese mismo distrito, se vio ahora de manera palpable otro acierto electoral de Kirchner: la designación del vicepresidente Daniel Scioli como su candidato a gobernador. Scioli, que viene de un origen distinto del de Kirchner y que profesa algunas ideas diferentes de las del Presidente, no sólo protagonizó un aplastante triunfo personal; también ayudó a la recolección de votos por parte de la senadora. Buenos Aires es renuente a hacer presidentes a sus propios líderes, pero es, sin duda, el distrito que ningún candidato presidencial puede ignorar. Por eso, los barones del conurbano se transformaron en piezas clave de cualquier proyecto político. Es, al mismo tiempo, la región del país donde se acumula la mayor cantidad de pobres de la Argentina. Sería oportuno preguntarse si a esos caudillos les conviene un combate serio contra la pobreza o si ésta es funcional a sus intereses políticos. No se sabe, a estas alturas, si son peronistas o ex peronistas, pero es evidente que han construido la más perfecta maquinaria electoral del país.
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