lunes, 22 de octubre de 2007

La farsa de casi todos los comerciales

Cualquiera que se ponga a analizar esos mensajes publicitarios advertirá que están llenos de amor, de aleg ría y de virtudes a las que uno siempre aspiró, aunque con cierto escepticismo. En los comerciales todo es tierno, alegre. La comprensión es la norma en las relaciones entre marido y mujer, entre padres e hijos, entre empleado y empleador. La generosidad es moneda corriente. La solidaridad es un gesto que vuelve; la gente se levanta de buen humor; no hay cuentas por pagar que se acumulan en un cajón tratando de ocultar sus cifras inquietantes; la comida es siempre deliciosa y siempre provoca en el marido mohínes aterciopelados. Ella y él se aman ininterrumpidamente las 24 horas del día y por los siglos de los siglos. Los conflictos generacionales son desconocidos; los hijos son estudiosos y nunca dan portazos; nadie se divorcia; nadie se tira los platos por la cabeza ni dice: "Loca como tu madre" ni pelea por divisiones de bienes o tenencia de hijos, al mismo tiempo que jura que casarse, nunca más. Para colmo, las mujeres son bellas y los hombres parecen tener años de gimnasio. Y también está el humor de la gente, que ríe por motivos misteriosos, los chicos que siempre salen del colegio sin la preocupación de una materia llevada a marzo y que siempre tienen tiempo para reunirse sin hostilidad pandillera.
LANACION.com Opinión Lunes 22 de octubre de 2007

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