domingo, 28 de octubre de 2007

El comienzo de una relación es el momento mas idílico


Serena, relajada, luminosa, con una sonrisa que constantemente insinúa en los labios. Y una carcajada que siempre está a punto de irrumpir en un diálogo en el que hasta se atreverá a reírse de sí misma, Nacha Guevara (67) muestra una actitud diferente. Las miradas desprevenidas bien podrían imaginar que ese cambio, por ejemplo, se debe a la presencia de un gran amor en su vida. Pero no. Ella se encargará de dejar en claro que hoy está sin pareja, y que se siente muy feliz así. “No quiero que nadie venga a quebrar esta tranquilidad que tengo” -dice contundente-. Y después, recién al final de la entrevista, se atreverá a explicar el motivo de su alegría, una emoción que tiñe sus días de oro, y que ella quiso expresar en una producción fotográfica para CARAS eligiendo el color dorado como hilo temático de las imágenes que ilustran una etapa gloriosa en su vida. Un momento en el que Nacha no sólo está haciendo una obra que la apasiona sino en el que, además, se siente reconocida por un público que noche tras noche llena el teatro Metropolitan para verla en “No te prometo amor eterno”, junto al español Manuel Bandera.
—¿Hoy podría afirmar que se siente una “mujer de oro”?
—Bueno, en el horóscopo chino soy dragón de metal. Y si tuviera que elegir uno, para mí, sería el oro. Me siento una mujer de oro, con las mismas características de ese metal: pura, íntegra luminosa, resistente, maleable.
—¿A una mujer de oro le corresponde un amor de oro?
—Necesariamente.
—¿Y cómo es un amor de oro para usted?
—Bueno, en primer lugar, aún hoy sigo creyendo en el príncipe azul. Y un amor de oro es un amor de príncipe azul, un amor ideal, un amor inexistente. Pero, aun así, me gusta pensar en ese amor.
—¿No es frustrante ir detrás de un ideal inalcanzable?
—Fue frustrante tiempo atrás. Pero ahora que ya no tengo amores es precioso, porque ocupa un lugar ideal, el de los sueños. Es frustrante cuando lo enfrentás con la realidad. Pero si lo dejás en el lugar de los sueños, es maravilloso. Creo que, a lo largo de mi vida, vi muchas películas de Hollywood, muchas historias de parejas ideales como las que interpretaban Ginger Rogers, Fred Astaire, Catherine Hepburn, Cary Grant. En ese sentido, creo que el cine me hizo mucho daño. Y como tengo tendencia a soñar, me quedé enganchada a esas parejas que son perfectas: bellas, armoniosas, fieles, felices.
—¿Alguna vez encontró a su príncipe azul?
—De a ratitos. Las relaciones tienen esos momentos de perfecta armonía. Sobre todo al comienzo. Si no fuera así, no tendría sentido ni siquiera comenzarlas.
—¿Y después?
—Es que el comienzo es el momento más idílico. Por algo Casanova quería preservar las sensaciones propias del inicio de una relación, y siempre estaba comenzando una. Ese es el momento más culminante, más bello, el que una quisiera preservar hasta el final. Pero después viene el desafío de la continuidad, de la convivencia, el compañerismo. Algunas parejas lo alcanzan; otras, no.
—¿Y usted qué amor prefiere? ¿El que se consume en los primeros meses o el que acepta el desafío de sostenerse en el tiempo?
—Hoy estoy muy tranquila así, sola, sin pareja. Y no quisiera que alguien rompiera mi tranquilidad.
—¿Ya no le interesa enamorarse?
—¿Cómo no me va a interesar? Todo el mundo se quiere enamorar. Pero no lo busco. No estoy interesada en salir detrás de un amor. No lo buscaría, por ejemplo, subiendo una foto mía a una página de Internet, poniendo: “Actriz loca busca…”.
—¿…Un loco a su medida?
—Sí, un loco. O un príncipe azul —dice y se ríe de su propia ocurrencia—. Pero no, no voy a hacer nada de eso. No.
—Usted tiene un camino recorrido en el amor. ¿El paso del tiempo y las experiencias amorosas no fueron…?
—¿Bajando las expectativas, decís? No, todo lo contrario. Me puso cada vez más exigente. Cada vez más busco la perfección.
—“No te prometo amor eterno” cuenta en canciones la historia de una pareja y sus dificultades. Entre ellas, el miedo a comprometerse.
—Sí, pero lo lindo que tiene esa historia es que esta pareja, a pesar de todo lo que le pasa, del miedo al compromiso, de los conflictos, de las inseguridades, sigue adelante. Y eso es lo que le gusta tanto a la gente. El espectáculo es muy reconciliador con la idea del amor eterno. Vivir con todas estas dificultades y seguir apostando, es una manera de vivir el amor.
—¿Le resulta tan fácil comprometerse en su mundo privado como lo hizo con sus ideas desde siempre, públicamente?
—En el amor siempre he sido de irme de cabeza. Siempre fui de mucha entrega y de mucho compromiso en las relaciones. En realidad, me comprometo en todo lo que hago. Si hago un pan, también me comprometo con eso. Me gusta hacerlo bien.
—Sus ideas acerca del amor no son tan revolucionarias ni combativas como se hubiera esperado. Ahora no va a decir que cuando creía haberse encontrado con su príncipe azul, deseaba que fuera para siempre.
—Pero claro que soñaba con que fuera para siempre. Por supuesto. Lo que yo quería era eso: Estar con alguien que cuando me muera me esté sosteniendo la mano.
—¿Cuando ve una pareja que lleva muchos años…?
—Me emociono muchísimo. Cuando veo a dos viejitos tomados de la mano me da una sensación increíble, porque pienso en todas las tormentas que debieron de haber pasado, y en cómo las habrán atravesado juntos.
—¿Y usted por qué no pudo lograrlo?
—Por muchas razones que hoy no vienen al caso. Por mi historia, por la del otro, por lo que nos tocó vivir como generación.
—¿Lo vive como un fracaso?
—No, porque cada relación se vive como se tiene que vivir. Yo las disfruté, las sufrí, las viví. Además, porque me gusta mucho la soledad.
—¿Prefiere una vida con o sin amor?
—En este momento, prefiero la vida sin amor de pareja. Estoy muy tranquila, muy dedicada a lo que me gusta hacer. La verdad es que mi pasión es mi trabajo y la relación más permanente de mi vida es el público. Y no es un cliché. Ninguna me duró más de cuarenta años como esta.
—Alguna vez dijo que las sociedades y las personas se achatan cuando se sienten satisfechas. ¿Cree que el amor debe tener una cuota de insatisfacción para perdurar?
—Lo que debe tener es incertidumbre. Eso le da condimento a la vida.
—¿Entonces no le gustan los proyectos en la vida afectiva?
—Se puede proyectar si uno no está pendiente del resultado. Así sucede con el arquero cuya finalidad es dar en el blanco. Pero al tirar, tiene que estar atento a lo que está haciendo en ese momento: a cómo tensa el arco, cómo se posiciona para tirar. Si se detiene a pensar en su finalidad, lo hace todo mal. Una tiene que seguir el trayecto del deseo. Y saber que a veces se da y a veces no. Pero quién te quita la felicidad que te da el sueño. Yo creo mucho en el poder de los sueños. Siempre todo empieza con un sueño. Esto se ve en a lo largo de la historia de la Humanidad: cuando tiene un sueño colectivo se moviliza para concretarlo. Es decir, lo que moviliza no es la insatisfacción sino el sueño, la utopía.
Fuente: Caras

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