Dentro de once días Fernando Alonso saltará a la pista en Fuji y se jugará la vida por ser campeón del mundo con un McLaren-Mercedes. Ya sólo por eso merece un respeto que la prensa inglesa y alemana le han perdido por completo. Por suerte, el asturiano es de una pasta especial, pero lo que está padeciendo sería razón suficiente como para que abandonara para siempre las carreras.
Todo porque la FIA ha sancionado a su equipo por espionaje y Ron Dennis, públicamente, y Norbert Haug, en conversaciones privadas con periodistas de su país, se han empeñado en convertir al asturiano en cabeza de turco para limpiar su imagen como responsables máximos de una escudería eliminada del Mundial de constructores. Especialmente falsa es la acusación lanzada por el 'Daily Mail', que asegura que sobornó en Spa a sus propios mecánicos para que batieran a Lewis Hamilton.
Según dicha información, el ovetense les habría pagado a cada uno de ellos mil euros. Y lo visten suciamente, cuando la obligación profesional de los mecánicos del coche número uno es batir a Hamilton. Al igual que la de los del monoplaza número dos es imponerse al bicampeón del mundo.
La costumbre de Alonso, heredada de la época del kárting y muy habitual en las carreras, era darles una gratificación a los mecánicos después de cada victoria. Un dinero que procedía del premio que le correspondía por ganar. Así lo hacía en Renault y lo contaban hombres con tan buena reputación como el argentino Piero Pallavicini. Al principio lo hizo incluso con su primer podio. Les daba una cantidad de dinero en torno a esos mil euros por haber realizado su trabajo de manera excepcional. Les hacía partícipes de la victoria.
Además, de cuando en cuando los invitaba a cenar en las cercanías de la fábrica de Renault de Enstone. Se trataba de hacer grupo, de hacer equipo. Por eso en la escudería francesa formaba parte de una familia. Es cierto que a veces discutía con los patriarcas Briatore y Symonds, pero la tropa le adoraba.
Después de su primera victoria en Malaisia, Alonso siguió con su costumbre y les dio una gratificación a sus hombres. Como no había nada que ocultar, se lo dijo a la escudería, pero ésta obligó a los mecánicos a devolver el dinero porque contravenía a sus rígidas normas. Así que no han cobrado por ninguna carrera más, ni siquiera por la última victoria de Monza, y no hay ningún tipo de fantasmas en este asunto.
Ésta es la forma que tienen los británicos de ocultar una nueva lección del bicampeón a su héroe nacional, Hamilton. El líder del Mundial está muy dolido tras la última carrera. Lewis es un mitómano y este año quería ganar especialmente en Mónaco, Silverstone y Spa. Tres circuitos de piloto y tres pistas repletas de historia. Y en las tres acabó por detrás de su compañero de equipo...
Si este campeonato ya había sido duro hasta hoy, lo que le queda a la estrella española es un Tourmalet. A partir de ahora piensan lanzarle toda la basura mediática, intentar desquiciarle y provocar así un error deportivo que beneficie a Hamilton. Después de ir con la misma táctica en las últimas carreras, a Lewis le dieron la ventaja de ir claramente más largo a la segunda parada en Bélgica.
En teoría era la mejor estrategia, pero hay que correr más que tu rival para aprovecharla y pasarle. El inglés no lo hizo y perdió. La diferencia es que él no teme encontrarse algún día con un coche mermado en su rendimiento y Alonso, sí. Si gana este título, el español habrá logrado la mayor gesta de su carrera deportiva.
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